PERSONALISMO Y PSICOLOGIA

Autor: Juan Manuel Burgos

 

Índice.

Introducción.

1. La situación teórica de la psicología.

2. El personalismo como base antropológica integral de la psicología.

3. El personalismo como instrumento de valoración crítica de enfoques psicológicos.  

3.1 Conductismo.

            3.2 Psicoanálisis.

            3.3 Cognitivismo.

4. El personalismo como elemento estructurador y dinamizador de algunos enfoques 

    psicológicos.

            4.1 Cognitivismo.

            4.1 Cognitivismo.

            4.2 Sistémica.

            4.3 Psicología humanista y logoterapia.

5. Hacia una psicología y psicoterapia personalista.

Notas y Bibliografía.

 

Introducción.

Este texto pretende delinear las relaciones generales entre personalismo y psicología. Para ello, se expone la situación teórica actual de la psicología mostrando que, a pesar de la presencia de un movimiento integrador, las escuelas siguen teniendo gran relevancia, especialmente el cognitivismo. Y, en todos los casos, se advierte la falta de una antropología integral de referencia. En este marco, el personalismo puede: 1) ser la base antropológica integral de la psicología; 2) servir como instrumento de valoración crítica de enfoques psicológicos, especialmente, el conductismo, el psicoanálisis y el cognitivismo; 3) servir de elementos estructurador y dinamizador de otros enfoques: el cognitivismo, la sistémica, la psicología humanista y especialmente la logoterapia; y 4) servir de fundamento para la creación de una psicología y psicoterapia personalista, aún por realizar.        

1. La situación teórica de la psicología 

A mi juicio, la conexión entre el personalismo y la psicología debe plantearse sobre todo en el terreno teórico y de los fundamentos. El ámbito de la psicología es inmenso y, en la medida, en que apuntemos hacia técnicas, tratamientos o problemas específicos, esa conexión –al menos en la actualidad, quizá no en el futuro- se debilita. Hoy en día, la correlación que es posible establecer y las interrelaciones que se pueden ya proponer sobre la base de lo que el personalismo ha construido de hecho, remiten a la teoría antropológica elaborada por la filosofía personalista a lo largo del siglo XX.  

He trabajado durante años en intentar sintetizar los elementos clave de esa filosofía y los resultados alcanzados hasta el momento -así como los de otros autores- están publicados en diversos lugares . Por eso, dando ese tema por adquirido, voy a presentar la otra cara de la moneda: los grandes rasgos de la situación teórica de la psicología en la actualidad enfatizando la perspectiva terapéutica .   

Como es sabido, el itinerario de una ciencia relativamente joven como la psicología, pasó de su fundación como ciencia experimental a manos de Wundt, a una primera formulación específica en el debate entre los funcionalistas americanos y los estructuralistas capitaneados por Tichtener, a la eclosión en las principales escuelas: conductismo, cognitivismo, psicoanálisis, gestalt y humanismo , a la que podríamos añadir la sistémica .          

Cuando surgieron las escuelas, la lucha por la supremacía fue grande. Se pertenecía a una escuela, de algún modo, en contra de otras. Y, de hecho, el motivo impulsor de algunas de ellas (aunque no exclusivamente) fue la oposición a otra corriente. La psicología humanista, por ejemplo, surgió en oposición al conductismo y al psicoanálisis proponiéndose expresamente como la tercera fuerza, la alternativa al predominio casi absoluto de estos dos enfoques.

La aparición del cognitivismo con la consiguiente debilitación del “imperialismo conductista” y también de un cierto “imperialismo terapéutico” del psicoanálisis condujo a una nueva etapa en el mundo psicológico. Se pasó de una identificación muy fuerte con la propia escuela de pertenencia, lo que suponía un rechazo y oposición de las demás, a una cierta posición ecléctica que es la que parece dominar hoy en día. Las escuelas como fortines medievales protegidos con altas murallas se transformaron en ciudades contemporáneas abiertas al entorno circundante; y, de la lucha contra el enemigo exterior, o, simplemente del rechazo de lo exterior, considerado automáticamente como enemigo, se ha pasado a una actitud más dialogante y positiva en la que se entiende que toda enfoque de escuela es necesariamente limitado y, por tanto, debe estar intrínsecamente abierto a las aportaciones que pueden y deben venir desde el exterior.

Feixas y Miró han llegado incluso a hablar de la existencia de un movimiento de integración que sería la consecuencia lógica de la toma de conciencia de la limitación de las escuelas. Si, cada una de ellas, aporta una perspectiva valiosa pero limitada, lo sensato sería intentar integrarlas en un proyecto unitario. Según estos autores, este movimiento se puede agrupar en tres modelos: integración (o eclecticismo) ateórica o intuitiva; integración (o eclecticismo) técnico; integración teórica .

Integración (o eclecticismo) ateórica o intuitiva: se trata de la posición más débil y menos interesante ya que consiste en el simple uso por parte del psicólogo o terapeuta de las técnicas que le convienen según sus conocimientos e información. Esta perspectiva, justificable desde el punto de vista práctico, no tiene apenas interés teórico puesto que no depende de ninguna visión de la psicología ni de la persona, sino que se funda en la utilidad concreta para un terapeuta determinado. Por lo tanto, no es posible su generalización ni su empleo por parte de otros psicólogos o terapeutas.

Integración técnica: El segundo modelo se asemeja al primero en que plantea una integración de tipo técnico pero sobre la base de unos presupuestos teóricos más desarrollados. Según sean estos se tiene un tipo u otro de integración.

-           Integración técnica pragmática: consiste en establecer qué método terapéutico es el mejor para un determinado problema y usarlo, pero sin unas premisas teóricas conjuntas.

-           Integración técnica de orientación: da un paso más en la integración proponiendo un modelo teórico sobre el que realizar la determinación de la terapia más adecuada. Pero, a pesar de que propone una visión integradora, implica optar por un determinado enfoque terapéutico ya que las premisas teóricas requieren una formalización determinada. Ese enfoque debería ser necesariamente amplio y abierto, pues sólo así puede ser la base de un proceso integrador pero, con todo y con ello, debería ser un enfoque específico. Para Feixas y Miró el más adecuado es la teoría de constructos de Kelly, que es entendida como la teoría fundacional de un cognitivismo amplio.

-           Integración técnica sistemática: esta última modalidad se asemeja a la integración técnica pragmática ya que no postula una integración teórica. La diferencia es que la primera  busca el foco unificador en el trastorno y ésta en el cliente. El tipo de cliente sería el elemento decisivo en la elección de terapia.

Integración teórica. Por último, encontramos proyectos de unificación teórica, es decir, intentos de integración de los presupuestos teóricos de diversas escuelas, lo cual, cómo es fácil de comprender, es bastante problemático. Las opciones que se han planteado hasta el momento son las siguientes:

-           Integración teórica híbrida: consistiría en integrar dos modelos. Se han hecho algunas propuestas, siendo la más consistente la psicodinámia cíclica que pretende integrar el psicoanálisis y el conductismo.

-           Integración teórica amplia: pretende integrar varias corrientes y la propuesta más sólida al parecer la ha realizado Fernández Alvarez .

-           Integración metateórica: su objetivo es establecer un marco teórico común que vaya más allá de las corrientes específicas, como los trabajos realizados por el Integracionismo Teórico Progresivo . Pero, en el fondo, esta propuesta remite a la “integración técnica de orientación” porque es imposible establecer una propuesta teórica sin una teoría determinada de partida, por cuanto amplia y abarcadora; por tanto, la integración metateórica remite al dominio de un enfoque teórico dominante que dé las pautas de integración .

He expuesto con algo de detalle estas propuestas de integración porque entiendo que iluminan la posición que podría tener el personalismo dentro de la psicología, si bien no creo que, ahora mismo, el movimiento integrador, aunque presente, sea realmente relevante en el mundo psicológico. En realidad, la integración intuitiva y dos de los modos de integración técnica (la técnica pragmática y la técnica sistemática) pueden considerarse, sin más, modos de eclecticismo. Y las propuestas de integración teórica no parece que hayan recogido hasta el momento muchos consensos.

Por eso, si bien las razones que Feixas y Miró invocan para lanzar el paradigma integrador son muy consistentes , eso no significa que este se encuentre realmente en marcha. Más bien parece lo contrario. Por mucho que se pueda desear una unificación en la psicología, no se puede desconocer que toda visión psicológica –a diferencia de otras ciencias más empíricas- implica una determinada visión del hombre. Y, si esta difiere sustancialmente, la integración es simplemente inviable. ¿Cómo compaginar de un modo profundo conductismo y psicología humanista-existencial? ¿O cognitivismo y psicoanálisis? Por ello, el marco que realmente presenta hoy en día la psicología sigue siendo el de una prevalencia de las escuelas –si bien mucho más difuminadas y menos enfrentadas que antaño- que actúa como proveedor de identidad para la mayoría de los psicólogos, y genera un importante grado de fragmentación teórica. Cada uno de esos modelos o enfoques remite a una visión del hombre diferente y a una formulación y explicitación de perspectivas psicológicas y terapias no solo distintas sino con convicciones básicas diversas sobre qué debe entenderse por ser humano.

El elemento unificador más consistente ahora mismo (en la línea de la integración técnica de orientación) viene dado por el fuerte predominio del cognitivismo que ha heredado el prestigio científico del conductismo liberado de los estrechos marcos que imponían las visiones radicales de Watson o Skinner. La gran difusión de esta perspectiva integra de hecho la psicología, ya que unifica en la práctica los criterios de interpretación de los problemas psicológicos y de las terapias, pero eso no implica que la antropología subyacente no necesite ser justificada y ampliada.

Y es aquí donde el personalismo puede jugar un papel importante que desglosaremos en cuatro aspectos: 1) el personalismo como base antropológica integral de la psicología; 2) el personalismo como instrumento de valoración crítica de algunos enfoques psicológicos; 3) el personalismo como elemento estructurador y dinamizador de algunos enfoques psicológicos; 4) el camino hacia una psicología y psicoterapia personalista.

2. El personalismo como base antropológica integral de la psicología.     

Uno de los grandes problemas que afronta la psicología contemporánea es su desconexión con una antropología sólida y amplia o, en otros términos, la conexión con antropologías reduccionistas.

Por motivos históricos, la psicología ha pretendido siempre encuadrarse en el ámbito de las disciplinas científicas para escapar al “descrédito” de las ciencias humanas y reivindicarse en igualdad de condiciones con las ciencias exclusivamente empíricas. Ese camino lo abrieron los psicofísicos, lo perfeccionó Wundt con su método introspectivo y fue culminado por el conductismo. Probablemente era un camino inevitable y necesario si se pretendía que la psicología fuera algo más que una reflexión teórica sobre el hombre (una filosofía más o menos modernizada), pero el precio pagado por este logro ha sido alto: la focalización en perspectivas muy concretas y aplicadas con el olvido o la desatención hacia la adquisición de una imagen global del hombre.

Los problemas que genera esta carencia son realmente notables. El principal es que un psicólogo puede acabar su licenciatura y comenzar a ejercer su profesión sin tener una idea clara de quién es el hombre, cuáles son las dimensiones que lo configuran, cuál es el papel de cada una de ellas, cuáles son las acciones que un hombre debe acometer para orientar su vida hacia la plenitud existencial, etc. En consecuencia, el psicólogo tiene que limitarse a la solución de problemas muy concretos ya que, la solución de trastornos más profundos y existenciales, requiere unos conocimientos previos que él no posee. Ahora bien, como ha mostrado muy adecuadamente Frankl y la logoterapia, existen conflictos muy importantes que sólo pueden resolverse en el ámbito del sentido y, para ellos, en muchas ocasiones, el psicólogo contemporáneo no tiene solución puesto que no dispone de una visión integral del sujeto humano.

Ahora bien, aquí se plantea un problema porque es indudable que esta visión implica una interpretación teórica no reconducible a la ciencia experimental, y esta es justamente la razón por la que la psicología tiende a evitarla. Le gustaría partir de una antropología puramente científica pero esto, simplemente, no es posible. No existen visiones neutras de la persona; no existen visiones científicas puras, porque el hombre no es ni una cosa, ni una máquina. Para comprenderlo en profundidad hay que postular una interpretación razonada sobre nuestra experiencia que, según quién la efectúe, concluye de modo diferente: el hombre es libre o no lo es; el cuerpo es una dimensión personal o mera biología; tiene o no tiene capacidad de conocer la verdad, etc. La psicología ha tendido a huir del problema teórico que implica toda antropología simplemente dejándolo de lado y centrándose en la solución de problemas concretos. Pero esa huida hacia adelante deja un hueco de sentido que debe ser colmado. La psicología debe asumir explícitamente sus presupuestos antropológicos y buscar una antropología que refleja la realidad completa del ser humano. Sólo así podrá acoger integralmente al paciente al que va a tratar y desarrollar a fondo la misma psicología.

Ahora bien, si el psicólogo ha quedado convencido por estas razones y echa una mirada al mercado antropológico, es posible que se retracte rápidamente de esta decisión ya que lo que predomina, después de la caída de las ideologías, es un pensamiento débil de tipo posmoderno que no sólo proclama la dificultad y el peligro de alcanzar visiones integrales sino que incluso lo prohíbe. Entiende que después de la experiencia del proyecto hegeliano, o de otras teorías omnicomprensivas postular una visión global de la persona es un ejercicio de ignorancia histórica y de soberbia. Puede que no le falte algo de razón, pero el hombre contemporáneo, como el de todos los tiempos, necesita integrar su existencia y sus acciones en un marco que las haga significativas y razonables. Y ese marco no lo ofrece la posmodernidad

Tampoco lo ofrece el cientificismo, la antropología base del conductismo, a menos que no se entienda por tal la reducción del hombre a un conjunto de reacciones impulsivas a estímulos externos modeladas por un aprendizaje de base exclusivamente neuronal y comportamental. Esta teoría antropológica, en efecto, resuelve el problema mediante su pura y simple negación. El problema del sentido no existe por la sencilla razón de que el hombre no es un ser de sentido, es una máquina fisiológica cuyo comportamiento automático se presenta como libre únicamente por su complejidad.

La psicología que acepte las tesis posmodernas en su versión radical puede proseguir su camino utilizando el coleccionismo de técnicas como instrumento para curar los trastornos, y la que acepte el cientificismo se encontrará cómoda en el marco del conductismo, pero, si ambas se consideran no solo insuficientes sino incorrectas, tanto la psicología como el psicólogo individual deben recurrir a un marco antropológico sólido que proporcione una visión completa de la persona. Es aquí donde el personalismo puede jugar un papel relevante.   

¿Cuál es en concreto la aportación que el personalismo puede realizar? Xosé Manuel Domínguez ha trabajado explícitamente en esta cuestión por lo que permito presentar aquí sus conclusiones de manera simplificada y algo reelaborada remitiendo a su obra Psicología de la persona o a manuales de antropología personalista para quién desee profundizar:

-           Diferencia entre persona, cosa y animal: dignidad

-           Visión integral de la persona: corpóreo-psíquica-espiritual

-           Unidad sistémica de la persona

-           La vocación humana como principio de personalización y de sentido

-           La apertura intencional al otro y la estructura dialogal de la persona: el encuentro

-           La posibilidad de la verdad y el rechazo del nihilismo

-           El hombre como ser doliente: homo patheticós. La normalidad del límite

Entiendo que la mera exposición de estas ideas deja claro que el personalismo constituye un pontente marco antropológico en el que encuadrar muchos conocimientos psicológicos y terapéuticos y que, por lo mismo, puede constituirse no sólo en una plataforma de sentido espléndida sino también en una fuente de despliegue de la propia psicología que, al disponer de un porqué antropológico estará en mejores condiciones de elaborar el  porqué o el cómo psicológico.

3. El personalismo como instrumento de valoración crítica de enfoques psicológicos.

La segunda gran aportación que el personalismo puede ofrecer a la psicología es su capacidad de valorar en profundidad los enfoques psicológicos. Su arquitectura conceptual permite una formación individual del psicólogo pero también una ayuda para la psicología en cuanto ciencia y en las diferentes áreas que la componen: aprendizaje, trabajo, recursos humanos, etc.

Ya se ha recordado que toda psicología y, más en concreto, toda escuela psicológica incorpora una determinada concepción antropológica que influye de manera determinante en las características de ese tipo de enfoque. Por eso, sólo es posible analizar y juzgar ese enfoque sacando a la luz esa antropología, lo cual sólo es posible a su vez desde otra antropología, que deber ser lo más completa y profunda posible. Pues bien, como el personalismo es una antropología amplia, completa e integral está en condiciones de valorar las antropologías subyacentes a los diversos enfoques psicológicos y, en cierta medida, aunque más limitada, a la psicología de referencia.

En lo que sigue voy a realizar brevemente una valoración de los principales enfoques desde una perspectiva personalista para mostrar los resultados de este tipo de análisis. La realizaré en dos partes. En la primera, más crítica, apuntaré algunas ideas sobre el conductismo, el psicoanálisis y el cognitivismo. En la segunda, más constructiva, trataré la psicología humanista, la logoterapia, la sistémica y de nuevo el cognitivismo por su carácter ambivalente .

3.1 Conductismo    

El conductismo es, sin duda, la perspectiva psicológica con una antropología más limitada. Contribuyó al avance de la psicología superando los límites del método introspectivo y obligándole a confrontarse de lleno con las exigencias de la ciencia contemporánea, pero se pagó un alto precio en términos antropológicos: reducir al hombre a un sistema nervioso sofisticado y complejo, a un plexo de relaciones instintivas moduladas por el aprendizaje, promoviendo de ese modo una antropología altamente reduccionista que ha entenebrecido durante décadas la visión de la persona. Estos límites ya fueron advertidos hace tiempo desde dentro de la misma psicología dando lugar al cognitivismo y, en el ámbito propiamente terapéutico, generando un desplazamiento de las terapias estrictamente conductistas, a terapias, como la de Bandura, centradas en la conducta pero con unas premisas antropológicas más amplias. Pero la vigencia del conductismo más o menos estricto en determinados ambientes mantiene el valor de una crítica antropológica que explicite los límites de esta perspectiva y proponga una visión del hombre simplemente más humana .

El personalismo es, sin duda, capaz de realizar esta tarea acudiendo a algunos de los rasgos mencionados previamente. En primer lugar, a la distinción radical entre hombre y cosa, que limita sustancialmente la validez de las investigaciones experimentales con animales e impulsa a una investigación comportamental directa sobre el ser humano, aún con todas sus dificultades. Después, a su visión tridimensional de la persona, corpóreo-psíquica-espiritual, que supera la visión ni siquiera meramente corpórea del conductismo estricto, sino simplemente fisiológica. Y, por último, a la comprensión sistémico-unitaria de la persona que requiere entender tanto las respuestas comportamentales como las meramente fisiológicas como acciones globales, complejas y unitarias de la persona.

3.2 Psicoanálisis

El análisis antropológico del psicoanálisis o de la corriente psicodinámica es mucho más complejo, puesto que Freud –nos limitaremos aquí a su posición- concibió una teoría global del ser humano. De hecho, en relación con la simpleza del conductismo el psicoanálisis se presentó –y lo era- como una propuesta completa y profunda de interpretación del hombre, llegando a ser saludado por algunos como una bienvenida corriente humanista que permitía superar la aridez y pobreza conductista al no eliminar la interioridad humana reduciéndola a mera fisiología. Sin embargo, la antropología psicoanalítica, aunque más profunda que la conductista sigue siendo reductiva y los problemas que plantea son numerosos.

Dejando de lado la compleja y debatida cuestión de la eficacia terapéutica del psicoanálisis, y reconociendo que ha jugado un papel primordial en la fijación del tratamiento terapéutico tal como hoy lo conocemos, una focalización en la antropología subyacente muestra problemas enormes que el psicoanálisis no parece haber superado y que están sin duda en la base de su paulatina decadencia. Los principales son el pansexualismo y la primacía del inconsciente. Como es sabido, el pansexualismo freudiano planteó graves problemas ya a sus más directos seguidores, como Jung y Adler, que acabaron creando sistemas propios; pero, dentro del freudismo ortodoxo -y a pesar de una cierta evolución en la interpretación de la libido en el pensamiento del mismo Freud- ha continuado siendo el criterio dominante en la interpretación de la vida humana y, por consiguiente, de los trastornos. Pinillos afirmó en una ocasión que el problema de Freud no era el pansexualismo sino el irracionalismo, pero quizás debería afirmarse que ambos son igual de graves. La vida humana no puede ser interpretada a partir exclusivamente de la sexualidad pero tampoco puede afirmarse que, en el hombre, el inconsciente predomina sobre lo consciente.

Aquí, de nuevo, el personalismo, sin desatender completamente las perspectivas freudianas15, proporciona visiones mucho más equilibradas, en la que el trastorno no se convierte en el nomos de referencia antropológico. En particular, autores como Wojtyla16 o Julián Marías17 han desarrollado una visión de la sexualidad como dimensión personal que supera la perspectiva meramente sexual-corporal y la integra en el sistema multidimensional de la persona. A su vez, el irracionalismo puede superarse por la tematización de la libertad como elemento decisivo en la estructura personal que, en términos wojtylianos, es capaz de integrar en el proceso de autodeterminación libre y, por lo tanto, en la vida de la persona, todas las dimensiones que lo componen18, entre las que se incluye el inconsciente desvelado por Freud.

3.3 Cognitivismo    

Esta tematización fuerte de la libertad es, probablemente, la contribución más importante que el personalismo puede hacer a la corriente psicológica dominante hoy en día: el cognitivismo. Este enfoque es, sin ninguna duda, mucho más equilibrado que los dos precedentes ya que ha aprendido de sus errores y, en cierta medida, ha surgido como reacción frente a ellos. Esto es estrictamente cierto en el caso del conductismo. Cuando los límites metodológicos que imponía se hicieron definitivamente asfixiantes, el cognitivismo se presentó como la psicología que continuaba la vía científica abierta por el conductismo al tiempo que se permitía volver a alzar el telón sobre la mente humana. Esta quedaba, de nuevo, legalmente abierta a la investigación psicológica. Este cambio de paradigma, en términos de Kuhn, ha sido altamente beneficioso, pero ha quedado limitado por la excesiva focalización en los aspectos cognitivos con olvido de las motivaciones y, más concretamente, de la libertad.

           

Es cierto que la extensión del término “cognitivo” es amplia y no se limita estrictamente a los procesos intelectuales, ya que incluye la memoria, percepción, atención, afectos y sentimientos, e incluso algunas motivaciones. Pero, sin duda, la psicología que se desarrolla desde esta perspectiva prima notablemente la óptica cognitiva en detrimento de la dimensión motivacional19. La persona parecería estar compuesta de un 70 % de procesos cognitivos y un 30 % de otros tipos de procesos entre los que habría que incluir los dinámicos. El personalismo, por el contrario, y en esto se separa del cognitivismo, concede más importancia a la voluntad que a la inteligencia (sin, por supuesto, infravalorar esta) por lo que podría equilibrarlo y completarlo además de abrirle nuevas vías de investigación.

4. El personalismo como elemento estructurador y dinamizador de algunos enfoques  psicológicos.

El personalismo es mucho más congenial con otros enfoques y, con ellos, puede establecer relaciones mucho más constructivas.

4.1 Cognitivismo    

Desde esta perspectiva, el personalismo puede ofrecer al cognitivismo una conexión con una antropología del conocimiento que puede aportar elementos interesantes tanto a la vía realista como a la constructivista, las dos almas que existen en la corriente cognitivista20. El realismo es la perspectiva más clásica, en cuanto parte de la posibilidad del conocimiento de lo real y de la conformación de las actitudes personales en relación a esas cogniciones. En este punto, el personalismo podría aportar –acudiendo al tomismo- una gnoseología realista profunda y decantada.

Pero, probablemente, la aportación más original podría venir apoyando un constructivismo equilibrado. Kelly, al que se considera precursor tanto del cognitivismo como de la psicología humanista, desarrolló su teoría de los constructos para mostrar que el hombre no percibe de modo simple y directo la realidad, sino que realiza construcciones e interpretaciones a partir de las percepciones básicas y, esos constructos, acaban conformando “su” realidad. Si el constructo se adecúa en una medida razonable a la realidad “real”, estamos ante una persona equilibrada; si el constructo deforma la realidad aparecen los trastornos. Pero el punto que enfatiza el cognitivismo constructivista es que todos realizamos constructos, es decir, que no existe una realidad simple como punto de referencia indiscutible. Cualquier visión de la persona (por muy equilibrada que esté) incorpora un constructo, es decir, una determinada estructuración y selección de las percepciones elementales. Al realismo cognitivismo clásico le resulta difícil lidiar con este planteamiento por su visión univocista de la realidad. El personalismo, sin embargo, sin perder el arraigo realista ha desarrollado, al menos en algunos autores como Marías, Pareyson o Beuchot una perspectiva más hermenéutica21.

No existe una realidad pura y simple, elemental, diáfana; existe una realidad básica pero interpretada y vivida por un sujeto concreto, en particular si atendemos a aspectos humanos y no puramente materiales como objetos o cosas. Por poner un ejemplo, el mundo no es exactamente igual para un anglosajón, un hispanoparlante o un chino, porque las construcciones mentales con que lo perciben y valoran son distintas. Pero tampoco es completamente diferente puesto que podemos comunicarnos, entendernos, negociar o relacionarnos. La dimensión hermenéutica del personalismo puede aportar en este punto un sustrato antropológico que permita integrar la dimensión subjetiva del conocimiento sin perder el objetivismo, es decir, sin caer en el relativismo.

4.2 Sistémica          

La sistémica se ha postulado sobre todo como una terapia más que como una escuela de psicología, pero, su sistema terapéutico se apoya en una novedad –la consideración de la interrelacionalidad- poco presente en el conductismo y en el cognitivismo. La no presencia de la relación interpersonal en el conductismo es fácil de entender si se atiene a la antropología tan insatisfactoria sobre la que se apoya. Está más injustificada en el cognitivismo, pero también puede entenderse que, si la psicología se focaliza en aspectos de comprensión, la relación global entre sujetos, entre un sistema personal y otro sistema personal, quede oscurecida ya que se carece de instrumentos para abordarlo. El paradigma central es cómo un sujeto individual afronta el mundo a partir de su comprensión de él. En este terreno, la sistémica ha dado un paso adelante propiciando –especialmente para las relaciones familiares- el tratamiento del sistema en cuanto tal siguiendo en esta línea los presupuestos de la Gestalt: el todo es mayor que la suma de las partes. El sistema interpersonal no puede reducirse a la reunión aislada de sus componentes porque, al menos en parte, cada uno de ellos se define en relación a los demás. Su identidad no es completamente autónoma sino relacional.

Como es sabido, este es uno de los puntos fuertes del personalismo, que ha insistido de forma reiterada en la centralidad de la relación en la constitución de la persona y, por lo tanto, puede aportar una base antropológica sólida para el desarrollo y profundización de las teorías sistémicas. Estas se apoyaron en teorías científicas como la Teoría General de Sistemas para introducir la novedad de la relación sistémica en el mundo de la psicología. Pero, sin despreciar, lo que puede aportar esta teoría científica no cabe duda que el apoyo en una antropología relacional como el personalismo puede ser mucho más provechoso para una teoría psicológica que una teoría científica global incapaz de captar los aspectos humanos de la relación.

4.3 Psicología humanista y logoterapia.

            En la psicología humanista, las conexiones con el personalismo son muy estrechas, comenzando porque las tesis reivindicativas y fundacionales de esta psicología coinciden en gran manera con los postulados antropológicos del personalismo:22

- El hombre es un sujeto unitario que no puede reducirse ni interpretarse exclusivamente por las partes que lo componen y que se expresa gráficamente afirmando que “Es John Smith quien desea comida, no el estómago de John Smith”.

- La psicología debe ocuparse de todas las dimensiones de la persona: rechazando los límites metodológicos impuestos por el conductismo, la psicología humanista se ha abierto a todos los ámbitos que considera decisivos para explicar y entender al hombre y a su conducta: la conciencia, el libre albedrío, la motivación, la estructura de la personalidad, las vivencias subjetivas, la creatividad, el amor, etc.

- Interés por la persona normal (frente al psicoanálisis) a la que se concibe inmersa en un proceso de desarrollo impulsado por un proyecto o vocación que da sentido a la existencia y a las acciones humanas, al que algunos autores como Maslow o Rogers llaman autorealización. La autorrealización no busca una simple estabilidad (homeostasis), sino la plenitud, aunque esta se logre con esfuerzo (Frankl).

- El objeto de la psicología es el ser humano, no la conducta animal. Si a eso se añade que el hombre es una criatura única, radicalmente diferente de todas las especies animales, se concluye que los experimentos con animales pueden arrojar poca luz sobre el hombre.

- La unicidad (irrepetibilidad) de cada sujeto, implica que hay que acercarse con mucha atención a cada persona individual, evitando las generalizaciones y la aplicación automática de reglas, especialmente en la terapia clínica.

            La profunda concordancia entre psicología humanista y personalismo se funda en que los psicólogos humanistas se han inspirado con frecuencia en filosofías de carácter humanista-existencial (Husserl, Heidegger, Scheler, Kierkegaard, etc.), pero sólo en pocas ocasiones (Frankl) ha habido una relación directa con el personalismo lo que crea un amplísimo espacio de investigación. La perspectiva que puede iluminar esos trabajos es un análisis desde un personalismo explícito y sistemático, como el que nosotros postulamos23y no de un mero conjunto de teorías filosóficas de corte humanista que, si bien pueden inspirar principios psicológicos humanistas, como no constituyen una antropología sólidamente estructurada, dificultan el desarrollo posterior de una teoría psicológica sólida y científica24.

De hecho, una crítica de esta índole a la psicología humanista es relativamente frecuente, especialmente desde el cognitivismo, y puede estar justificada en parte, si bien, en la medida en que la psicología se abre a la complejidad de la persona, parece inevitable una cierta pérdida de cientificidad si se entiende esta como mensurabilidad. Pero, dejando de lado este problema, entiendo que hoy es el personalismo –y no la fenomenología o el existencialismo, aunque hayan podido tener una influencia más directa en el nacimiento de la psicología humanista- la filosofía capaz de proporcionar la antropología integral que la psicología humanista necesita.

La estrecha conexión que existe hoy en entre personalismo y logoterapia día –y que parece destinada a fortalecerse- es el ejemplo más logrado hasta el momento de esa posible colaboración y entendimiento mutuo. El audaz proyecto de Frankl permitió la entrada (y el tratamiento) del espíritu en un mundo casi completamente cerrado a la trascendencia gracias a una antropología tridimensional –cuerpo, psique y espíritu- semejante a la personalista25. Pero Frankl no era un filósofo, sino un psiquiatra, y, consecuentemente, su propuesta antropológica no tiene la solidez ni la potencia ni la originalidad del sistema logoterapéutico. Es una “antropología médica” que delinea unas premisas antropológicas orientadas directamente a sostener la acción terapéutica, pero que no profundiza en ellas porque no es su objetivo26. Ahora bien, la circularidad de las relaciones entre antropología y psicología requiere, para que esta avance, una antropología cada vez más profunda. Y esto es lo que sucede exactamente con la logoterapia. Si bien las bases delineadas por Frankl son suficientes para los objetivos que él se marcó, la expansión de la logoterapia remite a una antropología más poderosa que no puede ser otra que el personalismo como son plenamente conscientes muchos logoterapeutas.

5. Hacia una psicología y psicoterapia personalista.

 

            Queda una última cuestión por analizar, la más difícil y quizá la más apasionante: ¿es posible una psicología y una psicoterapia estrictamente personalista? El Prof. José Luis Cañas abordará directamente esta cuestión en la clausura de este Congreso, por lo que, como diríamos en España, le ofrezco generosamente el miura para que lo lidie. De todos modos, intentaré clavarle antes algunas banderillas y rejones para que las embestidas sean más suaves.         

Por psicología y psicoterapia personalista pienso que deberíamos entender una psicología y una psicoterapia que surge directamente del interior del pensamiento personalista con una originalidad tal que le confiere una identidad precisa en el marco de las diferentes corrientes psicológicas. Lo más cercano a esta posibilidad, a día de hoy, es la psicología humanista y, en particular, la logoterapia. Ahora bien, por lo que respecta a la psicología humanista no parece que tenga mucho sentido “rebautizarla” como psicología personalista ya que se trata de una escuela perfectamente definida cuyos orígenes se sitúan en el marco de una inspiración amplia en corrientes humanístico-existenciales pero no explícitamente personalistas. Que sea no sólo posible sino altamente deseable una colaboración entre ambas no significa que la psicología humanista, tal como ha existido hasta el momento, pueda o deba ser calificada de personalista. El caso de la logoterapia es distinto porque su antropología es personalista (recordemos que depende de Scheler), y, por lo tanto, puede afirmarse que la logoterapia es una psicología de tipo personalista, de inspiración personalista o que emplea una antropología personalista27.

De todos modos, el interés que puede tener la configuración de una psicología o psicoterapia personalista, no puede venir lógicamente, de poder colocar, con más o menos justificación esa etiqueta a entidades ya existentes, sino por la aportación de ideas nuevas inspiradas directamente en esta filosofía. Este es, a mi juicio, un terreno muy virgen e inexplorado, pero que se está comenzando a desbrozar a medida que la reformulación estructural del personalismo a la que estamos asistiendo, y en la que estamos trabajando, permite entrever que una aplicación directa de estas posiciones a la psicología puede generar ideas realmente novedosas que merezcan el nombre de psicología personalista.

           

Dos de las aportaciones más innovadoras y originales en esta dirección las han realizado dos participantes en este Congreso. El profesor José Luis Cañas, basándose en el pensamiento personalista y en la experiencia terapéutica de Proyecto Hombre ha desarrollado una sustentación y teorización antropológica del fenómeno de las adicciones bajo el término de “terapia de rehumanización” que propone los presupuestos conceptuales y los medios prácticos para que el adicto retome la conciencia de sí como persona, y constituye el elemento clave del proceso de rehabilitación28.    

El profesor Xosé Manuel Domínguez, por su parte, está trabajando en una psicología específicamente personalista que incluye una nosología patológica construida a partir del concepto de infirmidad entendido como los modos inadecuados de vivir como persona. Retomando y ampliando notablemente el procedimiento frankliano -de la incorporación de la espiritualidad en la psicología al diagnóstico de trastornos ligados específicamente a la espiritualidad, como la neurosis noógena-, Domínguez propone una nosología específicamente personalista derivada de esta antropología integral29.    

Son este tipo de trabajos tan prometedores los que, si se consolidan y se generalizan, permitirían hablar de una psicología y una psicoterapia específicamente personalista. En este punto entiendo que estamos al comienzo de un camino largo pero que se prevé pleno de frutos. Uno de ellos lo podemos contemplar ahora mismo con nuestros propios ojos, un primer Congreso Internacional con figuras muy prestigiosas de numerosos países que se interroga por el presente y por el futuro de la relación entre personalismo y psicología con la firme convicción de que se está abriendo un camino amplio y andadero que permitirá en un lapso de tiempo relativamente breve hablar con propiedad de psicología personalista.

Notas y Bibliografía.

* Presidente de la Asociación Española de Personalismo. Universidad CEU-San Pablo.

  Cfr. J. M. BURGOS, Introducción al personalismo, Palabra, Madrid 2012, y para la antropología subyacente a J. M. BURGOS, Antropología: una guía para la existencia, (5ª ed.), Palabra, Madrid 2013. Ambos textos ofrecen amplia bibliografía. Cfr. también E. MOUNIER, El personalismo, PPC, Madrid  2004; B. MONDIN, Storia dell’Antropologia Filosofica, vol. 2, ESD, Bologna 2002: Le antropologie personaliste, pp. 514-660.

2 Sobre el tema ver también J. M. Burgos, Historia de la psicología, Palabra, Madrid 2014 y A. POLAINO, G. PÉREZ-ROJO (eds.), Antropología y psicología clínicas, CEU Ediciones, Madrid 2013.

3 Cfr. H. CARPINTERO, Historia de las ideas psicológicas, Madrid, Pirámide 1996; B. R., HERGENHAHN, Introducción a la Historia de la Psicología, Paraninfo-Thomson, Madrid 2001; J. M. GONDRA, Historia de la psicología, 2 vol., Síntesis, Madrid 1997; C. SANTAMARÍA, Historia de la psicología: el nacimiento de una ciencia, Ariel, Madrid 2004.

4 Desde la perspectiva terapéutica, se ha propuesto una clasificación similar con la adición de la sistémica que, en general, no suele ser considerada como una “gran” corriente psicológica, aunque su utilidad terapéutica sea grande. Así, los principales paradigmas terapéuticos hoy en día serían los siguientes: psicodinámicos, humanístico-existenciales, conductuales, cognitivos y sistémicos. Cfr. G. FEIXAS, Mª T. MIRÓ, Aproximaciones a la psicoterapia. Una introducción a los tratamientos psicológicos, Paidós, Barcelona 2003.

5 Cfr. Ibid, p. 353 y ss.

6 Cfr. H. FERNÁNDEZ, Fundamentos de un modelo integrativo en psicoterapia, Paidós, Buenos Aires 1992. El planteamiento teórico de este autor articula las aportaciones constructivistas de Feixas y Villegas, Guidano y Mahoney, con el saber psicodinámico sobre el inconsciente y con el procesamiento emocional.

7 Cfr. G. FEIXAS y R. NEIMEYER, La perspectiva constructivista: un marco integrador para la psicoterapia, Boletín de psicología, 30 (1991), pp. 7-33; R. NEIMEYER, Hacia una integración teóricamente progresiva de la psicoterapia: una contribución constructivista, Revista de Psicoterapia 3-9 (1992), pp. 23-48.

8 Otra vía para la integración son los denominados “Factores comunes”, es decir, aquellos elementos que usan todas las terapias, como la “alianza terapéutica” o las condiciones necesarias y suficientes de Rogers.

9 1) Proliferación de enfoques psicoterapéuticos; 2) Una forma de psicoterapia no puede ser adecuada para todos; 3) Ausencia de eficacia diferencial entre las psicoterapias; 4) Reconocimiento de la existencia de factores comunes a las distintas psicoterapias; 5) Énfasis en las características del paciente y de la relación terapéutica como principales ingredientes del cambio; 6) Factores socio políticos y económicos. Cfr. G. FEIXAS, Mª T. MIRÓ, Aproximaciones a la psicoterapia, cit., p. 356.

10 Cfr. V. E. FRANKL, Psicoanálisis y existencialismo. De la psicoterapia a la logoterapia, FCE, México 2002.

11 Cfr. X. M. DOMÍNGUEZ, Psicología de la persona, Palabra, Madrid 2012 (en prensa).

12 Cfr. J. M. BURGOS, Antropología: una guía para la existencia, cit.

13 Insisto en que, de acuerdo con el carácter de este escrito, sólo apuntaré ideas-marco pues el objetivo no es realizar análisis detallados sino delinear las relaciones entre personalismo y psicología.

14 La crítica, lógicamente, habría que matizarla para los diversos tipos de conductismo que  basculan entre el radicalismo de Watson y Skinner y otras posiciones más abiertas como la de Tollman.

15 La crítica a Freud no puede dejar de tener en cuenta que este ha enriquecido la antropología patológica con un rico conjunto de conceptos que han pasado a formar parte de la cultura contemporánea: inconsciente, represión, mecanismos de defensa del yo, etc.

16 Cfr. K. WOJTYLA, Amor y responsabilidad, Palabra, Madrid 2010.

17 Cfr. J. MARÍAS, Antropología metafísica, Alianza, Madrid 2000.

18 Cfr. K. WOJTYLA, Persona y acción, Palabra, Madrid 2011.

19 Esta carencia se refleja, por ejemplo, en las introducciones generales a la psicología, en la que con frecuencia ni la voluntad ni la libertad son merecedoras de un tratamiento específico. Cfr., por ejemplo, J. L. PINILLOS, Principios de psicología (18 ed.), Alianza, Madrid 1994; J. BELTRÁN, Para comprender la psicología (6ª ed.), EVD, Pamplona 1988.

20 Cfr. M. J. MAHONEY y T. GABRIEL, Psychoterapy and the cognitive sciences: an evolving Alliance, “Journal of Cognitive Pyschoterapy”, 1 (1987), 39-59.

21 Es un planteamiento cercano al perspectivismo de Ortega.

22 Cfr. B. R. HERGENHAHN, Introducción a la Historia de la Psicología, cit., cap. 17 y J. M. BURGOS, Historia de la psicología (apuntes), Universidad CEU-San Pablo, Madrid 2011, cap. 10.

23 Cfr. J. M. BURGOS, El personalismo, cit.

24 Este parece ser, por ejemplo, uno de los problemas de la psicología rogeriana. Si bien sus aportaciones a la terapia son universalmente reconocidas, su concepción de la persona es demasiado lábil y evolutiva. Cfr. C. ROGERS, El proceso de convertirse en persona, Paidós, Barcelona 2004.

25 . De hecho, Frankl remite explícitamente a Scheler como fuente inspirador de su antropología y de su particular análisis existencial.

26 Cfr. J. B. FREIRE, Acerca del hombre en Víctor Frankl, Herder, Barcelona 2004.

27 Parece estar pendiente, de todos modos, un análisis de la antropología frankliana desde un personalismo sistemático que supere alguna de sus dudas o vacilaciones en determinadas formulaciones antropológicas causadas por la influencia de un cierto esencialismo scheleriano.

28 Cfr. J. L. CAÑAS, Antropología de las adicciones. Psicoterapia y rehumanización, Dykinson, Madrid 2004 (Guatemala 2009).

29 Cfr. X. M. DOMÍNGUEZ, Psicología de la persona, cit.

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Burgos-Juan-Manuel, PERSONALISMO-Y-PSOCOLOGÍA, en García, José Juan (director): Enciclopedia de Bioética.

Última modificación: Monday, 6 de July de 2020, 13:36