METAFÍSICA Y VIOLENCIA. UNA LECTURA CRÍTICA DE GIANNI VATTIMO
Autor: José Juan García
INDICE:
1. Introducción
2. Líneas Generales de su filosofía
3. El “Pensamiento débil”
4. Corolarios de la caída del ser
5. Reflexiones Finales Notas y Bibliografía
1. Introducción
Quisiéramos en este trabajo poner de manifiesto que la sabiduría metafísica –de larga data en la historia del pensamiento humano– no es generadora de actitudes y comportamientos violentos. En este sentido, recorreremos el iter filosófico del célebre italiano Gianni Vattimo, que despliega su pensamiento en la actualidad. Para él el verdadero significado de la metafísica es la voluntad de poder y dominio, y por ende la violencia social, el atropello de las libertades. Trataremos de mostrar con simples argumentos que ello no es así, y que el pensamiento débil genera una sociedad proclive a una especie de paz ficticia.
2. Líneas Generales de su filosofía
Gianni Vattimo es un filósofo nacido en Turín en el siglo pasado y de algún modo el creador del “pensamiento débil”, cosa que delinearemos con algún detalle. ¿Hegeliano moderado? ¿Heideggeriano de izquierda? ¿Católico en su origen y “a su manera”? ¿Partidario de cierto nihilismo contemporáneo? Hay un poco de todo esto en él.
Leyéndolo, oyéndolo hablar, se comprueba que aún intenta expresar nuevas posibilidades de su obra, como si fuese un pensamiento no concluido, no satisfecho con lo logrado hasta ahora. Vattimo bucea en los escritos de Heidegger, pero no es un historiador de la filosofía, más bien se define a sí mismo como un “creador”, como si respondiera a un designio secreto que el destino le hubiese reservado, ante la herencia cultural transmitida.
Católico práctico en su lejana vida estudiantil, recibió las enseñanzas de Mons. Pietro Caramello sobre Santo Tomás de Aquino, pero luego decidió abandonar lo uno y lo otro casi por completo. Confiesa que desde 1955 se había sentido fuertemente atraído por la teoría crítica, por lo que su intención inicial, una vez recibido, fue dedicarse al estudio de Adorno. Pero la influencia de su maestro y amigo, Luigi Pareyson, lo convenció para que se especializara en Nietzsche, a quien empezó a leer con avidez desde el verano de 1960. Vattimo reconoce que su lectura de Nietzsche estuvo muy mediatizada por el Nietzsche de Heidegger, que se publicó en Alemania en 1961. Justo en ese año, en la Biblioteca Filosófica de Turín, pronunció la célebre conferencia “Quién es el Nietzsche de Heidegger”. Su libro sobre Heidegger –Ser, historia y lenguaje en Heidegger, lo escribió entre 1961 y 1963. Estando en la ciudad de Heidelberg, en 1962, empezó a traducir la obra de Gadamer, Verdad y Método, aunque no fue publicada hasta 1972. En 1964 obtuvo un puesto docente en la Universidad de Turín, de cuya Facultad de Filosofía llegará a ser Decano en 1977. Parece ser que su primer curso lo dedicó a Nietzsche, y los siguientes a Heidegger, a Schleiermacher y a Bloch.
Su aproximación a la tradición alemana de autores como Lukács, Bloch o Marcuse, le fomentó la radicalización de su pensamiento y convirtió su pensamiento nietzscheano-heideggeriano, en un pensamiento de vocación revolucionaria, que debió pasar también por Marx. Antes del mayo del ´68, Vattimo, utilizando una terminología de Lukács, afirmó que se le podía haber llamado un “anticapitalista romántico”. Luego de esa fecha y con intervención quirúrgica mediante, Vattimo bromeaba diciendo que al salir del hospital, se había convertido en un maoísta. Intentó en esa época utilizar a Niesztche para depurar el discurso marxista de los restos metafísicos que le impedían desplegar todo su potencial revolucionario.
Vattimo declaró que aunque le atrajo por momentos el anticapitalismo de Deleuze o Foucault, nunca le apasionaron demasiado. Leyó con interés a Derrida y a Lévinas, pero a ambos les critica que en sus libros, la historia no existe, quizá porque según el profesor turinés, debería atribuirse al hecho que ambos pertenecerían más a una línea kantiana de la filosofía, que a una tendencia hegeliana. Ya sabemos que para Vattimo, las categorías de “historia” e “interpretación” son claves de su discurso. Nuestra naturaleza de seres finitos arrojados al mundo, implica que al nacer, nos encontramos con una especie de precomprensión ya existente en forma de tradición. Respecto a ella, será necesaria una auténtica interpretación.
Interpretar es la única forma de existir, según Vattimo, para hacerse cargo de lo dado, pero sobrepasándolo. Sólo tomando distancia de lo recibido, se puede construir una filosofía propia, que no se redujera a ser simple historia de la filosofía. El pensar no tiene necesidad de referirse a un fundamento objetivo último. “De esta manera la hermenéutica se convierte para Vattimo, en la genuina filosofía del presente porque lleva en su fondo, más que ninguna otra forma de pensamiento contemporáneo, una `constitutiva vocación nihilista´”[1]
3. El “Pensamiento débil”
Los años cercanos a 1977 fueron los de la gestación de su “pensamiento débil”. En esos años se crearon las Brigadas Rojas, y Vattimo estuvo amenazado, pues fue incluido en una lista de intelectuales de izquierda que no profesaban la violencia. Para Vattimo, la violencia revolucionaria caería dentro del parámetro metafísico, pues implicaría la aceptación de un fundamento último, de una objetividad que se impone y que asume formas autoritarias y totalitarias.
Vattimo utilizó por primera vez la expresión de “pensamiento débil” en 1979, en Dialéctica y pensamiento débil, aunque el Pensamiento débil, la obra que la convirtió en una teoría conocida, no apareció hasta 1983.
La apuesta positivista y cientista del pasado siglo por un pensamiento fuerte, su pretensión de racionalizar toda realidad produjo disensos y rechazos. El intento de la razón emancipadora cedió lugar entonces al fragmento, a lo interrumpido, a lo discontinuo. Muchos se dieron cita para decir adiós a la referencia a un absoluto trascendente e inaugurar un nuevo viaje del pensar.
De un pensamiento racionalista fuerte, se pasa a uno débil, pero afirmando antes, la debilidad del ser. Es en lo cotidiano donde emerge la precariedad y fragilidad del ser, dice la premisa postmoderna.
Nos hallamos ante el fin de una estructura estable y fija del ser. Éste no es, a-caece (de accadere), o sea, “cae junto a”, acompaña como caducidad aquello que hacemos o vivimos. El acaecer del ser hace explícita su constitutiva caducidad, su carácter in-fundado. Este es “el ‘programa’ de una ontología débil, nos dice Vattimo[2]. No buscaba un camino que reencontrase el ser originario que la metafísica habría olvidado por la pasión tecnológica, sino “una vía para reencontrar de nuevo el Ser como huella, como recuerdo, un Ser consumido y debilitado, y sólo por ello digno de atención”[3].
A ello le sigue como lógico corolario la proclamación de la debilidad del pensamiento y el oscurecimiento de la verdad. También ésta es una verdad débil. En todo caso, es un valor a construir, una pauta axiológica a consensuar. Vattimo habla del “consenso de los intérpretes”. Si la realidad es infundada, no podemos creer en los fundamentos de la verdad.
El filósofo expresa: “Desde sus orígenes, el esfuerzo metafísico por captar el arché, el primer principio, ha estado inspirado por la voluntad de dominar la totalidad de las cosas. En el desarrollo de la filosofía y de la ciencia a lo largo de la historia de Occidente, esta voluntad ha llegado a ser cada vez más concreta y eficaz: el orden racional del mundo, que durante siglos los pensadores metafísicos había presupuesto o postulado, ha llegado a ser ahora real… la efectiva racionalización del mundo mediante la ciencia y la técnica ha desvelado el verdadero significado de la metafísica: voluntad de poder, violencia, destrucción de la libertad”[4].
El pensamiento débil apuesta por asumir y valorar positivamente el debilitamiento, la entrada del ser en el devenir histórico, y así permitir las variadas interpretaciones de lo real menos dogmática y autoritarias[5]. El universalismo metafísico tendría su correspondencia en el imperialismo de signo político que actualmente estaría representado por un mundo unipolar domesticado por EE. UU. y los países que lo secundan. Demás está decir que el corolario lógico de una ontología débil será también una ética débil, frágil sin demasiados parámetros.
Pero he aquí una observación crítica: hay que verdades fuertes de vigencia universal como son por ejemplo, el primado de la caritas en las relaciones interpersonales, el cuidado de la calidad educativa, la necesidad de salud como bien de la persona, la absoluta vigencia de la paz en el orbe, el cuidado del Medio Ambiente, la inviolabilidad de la dignidad personal, la laucha contra la trata de personas, y tantas otras, que poseen su innegable base metafísica y no son precisamente generadores de violencia. Más bien al contrario. Que en la historia real esto no siempre se haya verificado remite a otro problema, ínsito en el ser humano y no imputable a la metafísica y a la bandera de valores universales.
4. Corolarios de la caída del ser
Vattimo se cuida de decir que todo no es el ingreso a un relativismo moral. Pero en verdad, no se ve claro cómo esto pueda no darse.
En una Entrevista que se le formulara hace un poco más de un año, nuestro autor refería estos términos.
“El papa Benedicto XVI ha condenado el relativismo. ¿Qué opina de esa condena?"
-Cuando el Papa habla de relativismo y lo condena, me pregunto si yo soy relativista, y me respondo que no. Admito que hay muchos puntos de vista sobre las cosas, pero confío mucho en el mío. La condena del relativismo es la condena de la sociedad liberal. No hay un relativismo individual. En una sociedad tienen que convivir diferentes miradas, y eso es el relativismo. Si luego el Papa dice que con el relativismo no se llega a un acuerdo social, yo tengo que añadir que el acuerdo se establece entre quienes tienen ideas diferentes. La verdad está en el acuerdo, no en lo que alguien impone a los demás.
-¿Por eso apenas hay ya valores absolutos en nuestras sociedades?
-Con los absolutos hay siempre una autoridad. La noción de absoluto es autoritaria, propia de alguien que no tiene límites. Si hay un absoluto siempre hay que encarnarlo en una clase, una persona, un grupo, que acceden a ese absoluto y el resto tiene
que aceptarlo. Eso supone una estructura mental muy tradicional y autoritaria.
-¿Carecemos de esa forma de algo firme a lo que agarrarnos, de principios que nos guíen de forma inequívoca?
-Sí, los tenemos; el problema es que son de cada uno, o de la propia comunidad”[6].
Lástima que no logre conciliar en su visión lo uno y lo múltiple: para salvar las diferencias, no hay que anular la unidad. Para nuestro autor, la filosofía sirve también de puente entre la religión y la política. Desde ahí interpreta la historia del cristianismo como historia del debilitamiento, como un proceso de secularización.
El pensador turinés dice que quiere interpretar la historia del cristianismo en términos de secularización. La encarnación de dios representaría una forma evidente de desacralización o debilitamiento de lo sagrado, lo cual resultaría positivo porque anteriormente lo sagrado habría estado asociado al sacrificio y a la violencia. “El debilitamiento es una visión de la modernidad como verdadera realización del cristianismo en términos no sacrales”[7]. Para el autor, el pensamiento débil es la única filosofía cristiana practicable en la actualidad, pues seculariza el cristianismo sin liquidarlo.
Entonces, surge la pregunta acerca de si o hubiese sido más auténtico abandonar el cristianismo. Vattimo sostiene que le pesa más la tesis de Croce según la cual no podemos no llamarnos cristianos, porque incluso el ateísmo, por oposición o por negación, estaría dentro de su paradigma. El filósofo ha criticado a la Iglesia por sus pretensiones de verdad absoluta, pero a la vez enfatiza que la hermenéutica sería el pensamiento que habría sustituido el concepto de verdad por lo que Rorty denomina “solidaridad” y Vattimo prefiere llamarlo “caridad”. Y es que para Vattimo, el reemplazo de la razón fuerte con su metafísica a cuestas, no puede ser la yuxtaposición de razones múltiples, múltiples fundamentos igualmente de signo totalizante[8]. Esto no tendría sentido.
El nihilismo como historia del debilitamiento debería favorecer según el autor, una ética más centrada en la caridad, y menos estructurada en torno a un “arjé” único y teórico[9].
Los enemigos del pensamiento débil y de la post modernidad serían la metafísica secular que arranca desde Aristóteles y cualquier forma de autoritarismo y como es obvio, el capitalismo. Este último representaría tanto la materialización última de la metafísica como un totalitarismo encubierto.
5. Reflexiones Finales
Partamos de una idea de meridiana claridad: la disolución de la verdad es la muerte de toda cultura. Si bien quizá en algunos momentos de la historia, se ha asociado la profesión de verdades organizadores del todo humano y social, con la fuerza de la violencia ciega, ello acontece por fuerza de la condición humana misma, libertades frágiles que desde Caín intentan usurpar violentamente el lugar del hermano. Pero no es incompatible de suyo afirmar una metafísica aristotélica-tomista con el mandamiento del amor. Es más, el hombre no se realiza plenamente si no es en la dimensión del don del amor.
Al filósofo de Turín le asiste la razón cuando afirma enfáticamente la no violencia. La violencia no es cristiana ni evangélica, y además ninguna filosofía puede respaldarla, porque carece de lógica. Pero para ello no hace falta afirmar la debilidad de todo, incluso de lo real. Sería como declararnos enfermos crónicos para gozar al fin de buena salud. Absurdo. También es un bien el acercamiento al cristianismo, aunque profesado en su individual interpretación.
La posmodernidad es la negación de la posibilidad de la afirmación de verdades universales y valederas para todas las culturas. El hombre tendría que acostumbrarse a vivir en la intemperie respecto a los fundamentos; en lugar de la necesidad, la certeza, la universalidad y la unidad, están la contingencia, la duda, la pluralidad y la falibilidad. En lugar de una visión holística, de sentido del todo, “Huellas. Relámpagos. Fragmentos”[10]. Pero la persona necesita para realizarse plenamente, de una ética fuerte. Y para ello hemos dar con la ontología que lo hace posible. ¿De qué otro modo si no, combatimos el terrorismo internacional, el hambre, el analfabetismo, que son rostros variopintos de la violencia? Y precisamos de los valores asumidos libremente con entusiasmo por parte de todos. Hay una naturaleza estable en nosotros. La libertad, la paz y el amor, son más fuertes que las modas filosóficas.
Notas y Bibliografía
¿Cómo citar esta voz?
Sugerimos el siguiente modo de citar, que contiene los datos editoriales necesarios para la atribución de la obra a sus autores y su consulta, tal y como se encontraba en la red en el momento en que fue consultada: METAFÍSICA-Y-VIOLENCIA en García, José Juan (director): Enciclopedia de Bioética.