BIOÉTICA Y OTOÑO. EL ADULTO MAYOR
Autores: José Juan García, María del Carmen Nievas Romano, Virginia Sofía Nievas Romano.
Índice
1. Resumen / Abstract
2. Introducción
3. El Adulto Mayor
4. El Adulto Mayor y la Bioética
5. El anciano: otoño de la vida
6. Dilemas éticos en la prestación de servicios de salud
7. Ética de la vejez
8. Conclusiones
9. Bibliografía y notas
1. Resumen
La realidad del envejecimiento poblacional a nivel global, es una realidad innegable e irremediable. La bioética tiene su propia mirada ante las expectativas y riesgos del Adulto Mayor en nuestras sociedades. Hay derechos que les asisten que no se pueden desconocer, y hay actitudes éticas exigibles a familiares y en general a toda la sociedad que han de ser enseñados y aprendidos. Los adultos mayores constituyen una riqueza, no una carga. Son portadores de la experiencia y la sabiduría de la vida, y por ello es necesario velar por una auténtica calidad de vida integral.
Abstract
The reality of population aging at a global level is an undeniable and unbeatable fact. Bioethics has its own pint of view about elderlies’ expectations and risks in our societies. There are rights that assist them which cannot be ignored, as well as ethical attitudes required from family members and, in general from the society as a whole, that must be taught and learned. Older adults constitute themselves wealth rather than burden. They are conveyors of life experience and wisdom and, for this reason it is necessary to ensure an authentic integral quality of life.
Palabras Claves
Vejez – Cuidados Paliativos – Principios de Bioética – Dilemas Éticos
2. Introducción
La ciencia médica, especialmente la Gerontología, ha dado grandes pasos en orden a promover el bien integral del Adulto Mayor. Si es verdad que cada persona es única y original y no hay clon humano alguno, pues es lógico afirmar que nadie envejece de igual modo. Hay semejanzas, pero cada lleva los altos años de modo único y personal.
En este trabajo no pretendemos abarcar exhaustivamente el amplio tema del adulto mayor con todas sus aristas. Sólo pretendemos llevar a cabo una mirada global de ese proceso natural que es la ancianidad y las orientaciones éticas que pueden vigilar y promover la situación de vida real del adulto mayor, buscando en lo posible que todas sus dimensiones gocen de calidad de vida.
3. El Adulto Mayor
Cuando hablamos de vejez debemos entenderlo como el estado histórico - social de una persona; a su vez, envejecimiento es el proceso paulatino de pérdida de capacidades entendidas como funciones vitales[1]. Es un proceso natural e irremediable. Nadie debe sorprenderse ni sentirse herido por las flechas del tiempo. De ninguna manera. El tiempo no arroja balas, arroja experiencias.
Toda persona tiene su propia percepción de cada uno de las etapas de la vida y son situaciones estrictamente individuales. Podemos destacar tres hechos importantes en relación con el tema que nos ocupa:
a) Envejecimiento poblacional: pongamos de relieve algunos elementos que aparecen en la literatura actual.
Para el año 2022 el 17% de la población será mayor de 60 años, mientras que el 7.5% tendrá más de 65 años. Esto como es natural está asociado al aumento al aumento de la calidad de servicios de salud, lo que lleva al incremento de la esperanza de vida, que supera en promedio los 70 años[2]. La mayoría de estas personas serán mujeres y aumentan las causas de muerte las enfermedades cardiovasculares, el cáncer, las afecciones degenerativas y con un preocupante incremento, las complicaciones de las afecciones mentales.
Este aumento trae sus consecuencias: se observarán mayores tasas de discapacidad sensorial, motora y mental; los ancianos en promedio cursan tres o cuatro enfermedades crónicas no terminales de manera simultánea; además, se suma el hecho que ellos son considerados no productivos económicamente y aún más como una carga para la familia y la sociedad, con una situación no menos lamentable como es su soledad y abandono. Este proceso denominado envejecimiento tiene tres características: es heterogéneo, es decir no todo tiene la misma velocidad, es individual y no es universal. Es normal tomar como parámetro los 65 años para determinar que una persona ha pasado a la tercera edad; esto es probable que tenga gran utilidad para los estudios estadísticos y demográficos, pero por ello no deja de ser una norma arbitraria. Hay personas que con 65 años llevan un excelente estado de salud, y está lejos de auto percibirse como anciano.
El descenso de la natalidad en los países occidentales es un hecho que se ha ido profundizando en estos años. Los datos relativos a la fecundidad hablan claro: 1,6 en los países más desarrollados; 1,4 en los países de la Unión Europea[3].
Los datos ofrecidos por la Unión Europea estiman que será Europa el continente más afectado por el fenómeno del envejecimiento, con un porcentaje que debería crecer hasta el 35 % en el 2050[4]. La pandemia Covid-19 afecto a millones de víctimas, muy especialmente la franja etaria de los adultos mayores. No obstante ello, el mundo camina hacia un envejecimiento poblacional en los países en desarrollo[5].
b) Hay que entender que la geriatría como especialidad médica está dirigida primeramente a la persona y no a su enfermedad. Lo cual guarda estrecha relación con el hecho de que ser anciano no es equivalente a estar enfermo; además, se enfoca en la prevención y si es posible en la curación de las condiciones patológicas que deterioran la salud. La geriatría posee como punto de interés la funcionalidad global de la persona y tiene como elemento fundamental que en todo este proceso se debe involucrar a la familia, con el objeto de dar al anciano soporte emocional para la toma de decisiones y en los cuidados generales que requiere[6].
Es necesario mencionar también que el proceso de desmejora cognitiva, motor, afectivo y social se encuentra presente en mayor o menor grado y es progresivo e irreversible[7]. Muchos de los profesionales de las ciencias de la salud con frecuencia ven como enemigos a la vejez y la muerte, negando estas realidades con su omnipotencia, lo que ha producido grandes debates sobre el papel que deben jugar en estas últimas etapas de la vida de sus pacientes.
c) Por otra parte, vemos también que muchas sociedades en la teoría ensalzan la vejez, resaltando los valores de la experiencia y sabiduría, pero por otro lado en la práctica la experimentan como una pérdida.
Además, el avance técnico—científico es un dato: nadie pone en duda que se ha logrado en las últimas décadas un crecimiento nunca antes imaginado, en especial en las ciencias de la salud, con sus incuestionables beneficios para la humanidad.
Se podrían mencionar algunas de las más importantes consecuencias: el avance del conocimiento nos ha proporcionado una inmensa avalancha de información, que por obvias razones la medicina ha tenido que especializarse.
No podría dejarse de mencionar el cambio dramático de la relación médico—paciente desde un modelo netamente paternalista, vigente por muchos siglos en donde la posición del paciente estaba en minoría de edad respecto a la del médico, para dar paso al modelo donde impera la alianza mutua, donde primando la beneficencia, cuenta sin duda la autonomía del paciente.
4. El Adulto Mayor y la Bioética
Desde 1970 hizo su aparición la multidisciplinar ciencia bioética. Hubo paulatinamente un cambio de paradigma que benefició tanto al enfermo como al Equipo de salud. De ese nuevo pensamiento deseamos destacar que se deben reconocer los principios fundamentales que son pilares en el análisis del creciente número de conflictos que aparecen en el ejercicio diario: Beneficencia y su expresión minimalista “no dañar”, autonomía o principio de la autodeterminación, y justicia o ética de la no discriminación. Se han enfatizado los derechos de los pacientes entre los que se destacan los siguientes: acceso a la atención requerida sin discriminación; conocer quien lo atiende; recibir amplia información incluidos los riesgos y los beneficios; la confidencialidad; decidir su participación en investigaciones incluyendo la posibilidad de retiro de las mismas y autorizar el o los tratamientos propuestos. En suma, a que se le trate con dignidad y respeto.
El anciano es una riqueza para la sociedad. “Un anciano que se muere, es una biblioteca que se va”, reza una expresión popular africana. Se ha de favorecer la inserción social del anciano y su compromiso creativo y cultural.
La organización sanitaria debe mantenerse orientada en los criterios de socialidad y subsidiariedad, por ende prevenir enfermedades conexas a la ancianidad en el entorno familiar y social.
Conserva aún vigencia el Plan de Acción Internacional de Viena sobre el envejecimiento de 1982: “Un diagnóstico precoz y un tratamiento adecuado, junto a unas medidas preventivas, son indispensables para reducir la frecuencia de la inhabilitación y de las enfermedades de los ancianos”[8].
5. El anciano: otoño de la vida
Otoño es una imagen que se acerca a la condición humana del adulto mayor. No significa ocaso, aunque colinda. Es estado de plenitud y equilibrio emocional y supuestamente maduro.
El envejecimiento es natural, y según recientes estudios, una comprensión acabada del problema del envejecimiento no se aparta de la neuro-endocrino-inmunología.
Ahora, ¿cuál podría ser la situación de salud de un anciano? Lo primero que hay que resaltar es que todas las decisiones acerca de la calidad de la vida y de la muerte recaen en la propia persona y esto como es natural tiene que ver con el respeto de su autonomía.
En segundo lugar hay que tener muy presente la creciente posibilidad de convivencia con diferentes enfermedades ya sean terminales o no, que pueden conllevar la demanda de una gran cantidad de medicamentos. Buena parte del estipendio mensual del adulto mayor se invierte en medicamentos. Por solo citar un ejemplo: en los adultos mayores, la memoria de corto plazo es la que se deteriora con más facilidad. En cambio, es común que la memoria a largo plazo, asociada al pasado lejano, se conserve asombrosamente. La creatividad de un adulto mayor, por su parte, ciertamente puede resultar limitada a causa de problemas de salud o incapacidad física, pero no hay que olvidar que dicha creatividad por así decirlo, se “ejercita”, se trabaja. Y en determinado casos se ayuda con medicación.
En tercer lugar el riesgo de encontrarse en situación social de exclusión y marginación. El anciano ya no es “útil” y por ende, a veces es visto como una carga. Por el contrario, hemos de valorarlo en su realidad de dignidad personal y su contribución a la familia y a la sociedad.
6. Dilemas éticos en la prestación de servicios de salud
a)Objetivos del tratamiento: es importante tener en cuenta que el objetivo principal en la atención en pacientes ancianos no es solo curar; cada vez entran con mayor vigor las terapias paliativas en los casos de las llamadas enfermedades terminales. Cuando se establece la necesidad de un tratamiento, este siempre debe estar mediado por los parámetros de bienestar del propio paciente, mientras que el prestador de salud deberá ajustar estas necesidades buscando la mayor funcionalidad no solo física sino los aspectos psicológicos, sociales, emocionales y espirituales.
b) Relación médico—paciente (personal de la salud—anciano): como se ha mencionado, esta interacción debe estar enmarcada siempre dentro del parámetro del respeto por la persona en su integridad, es decir de la dignidad de la persona. Es muy deseable una actitud amplia de entendimiento por parte del prestador, mejorando así los canales de comunicación, o sea de información y de escucha, que tengan como resultado procurar las decisiones autónomas del anciano y por supuesto una mejor calidad del servicio. Una situación particularmente sensible es la edad como factor de discriminación; esto quedó le manifiesto en el pico de pandemia Covid - 19 en el norte de Italia en 2020, donde en muchos casos no ingresaban a las camas con respirador artificial los mayores de 80 años.
Hay tácita ecuación de vejez con enfermedad; de ello también se ha podido comprobar la frecuente idea de que no vale la pena invertir dinero en tratar enfermedades costosas en los ancianos. Esto es no considerar al adulto mayor en toda su irrenunciable dignidad.
Otra manera de discriminación es que no se invierte en investigaciones como en otros grupos de edad, y esto se suma a la visión utilitarista de que el anciano ya no es productivo.
c) Capacidad de decisión: es claro que en la medida que avanza la edad se van disminuyendo la memoria, la atención o las capacidades sensoriales; esto es probable que termine en un aislamiento cada vez mayor. Sin embargo, esta condición no necesariamente impide siempre la capacidad de decidir, comunicar, aceptar o rechazar un tratamiento. Es claro que en la medida que las decisiones sean más trascendentales, por ejemplo que involucren la propia vida, se exigirá un mayor grado de competencia mental que para decisiones de menor complejidad como la de cambiar de sitio de vivienda. Esta capacidad de decisión marca el grado de competencia de la persona, el cual puede tener además efectos legales como es la interdicción judicial. De otra parte, también se deberán tomar las acciones pertinentes.
En el caso de las decisiones por sustituto, es decir cuando esa persona es incompetente para tomar una determinada acción, un tercero lo hará siguiendo una de las siguientes premisas: 1) los juicios sustitutivos: la decisión debería ser aquella que la persona incompetente tomaría en caso de ser competente, siempre que respete el principio de beneficencia y la integridad física. 2) el criterio del mejor interés del paciente: optar por el mayor beneficio que el enfermo podría obtener entre todas las opciones posibles. 3) el criterio de la autonomía: el que tomaría la persona previamente autónoma que en algún momento manifestó una decisión o preferencia relevante. Esto ha de tomarse en cuenta a la hora de una decisión, evitando sea la eutanasia como el encarnizamiento terapéutico.
Algunas situaciones que siempre deben ser analizadas en cuanto a decisiones anticipadas son la institucionalización en los denominados hogares de Ancianos o el traslado desde el hospital hasta un hospice o la misma casa, en caso de que se requieran cuidados paliativos. Es necesario mencionar los grandes conflictos que se presentan en los denominados pacientes terminales: la utilización o no de tratamientos que de acuerdo con el grado avanzado de evolución de una enfermedad se considerarían ya inútiles (futilidad terapéutica); el inicio o no de medicaciones cada vez más complejas con dudas de que mejoren una condición clínica grave e irreversible y que es probable que retrasen en forma injustificada la muerte con un mayor sufrimiento (pendiente resbaladiza, ensañamiento terapéutico, distanasia); también la denominada eutanasia pasiva o la utilización por ejemplo, de fármacos opiáceos (principio del doble efecto).
7. Ética de la vejez
Una de las metas es evitar la muerte prematura de los ancianos, es decir, aquella que sucedería antes de que termine el período natural de la vida de esa persona, que debe ir acompañada del hecho de prevenir o mejorar el sufrimiento. Pero se hace necesario decir también que no es ético retrasar de manera injustificada la muerte, cuando conlleve un aumento del padecimiento de dolores que no generan objetivamente expectativa de vida razonable. Por esto hay que pensar que antes de medicalizar la vejez, la enfermedad y la muerte, hay que humanizarlas. Cada día somos testigos de más instrumentalización de la muerte en detrimento de lo que se ha conocido como "muerte natural". Es muy frecuente hoy que las personas mueran cada vez más en sitios (hospitales o Unidades de Terapias Intensivas) y de la forma (sin sus seres queridos) como precisamente no quieren. Hay un derecho del paciente de morir en la ternura.
En resumen, si miramos estas importantes cuestiones bajo los parámetros de los principios universales de la bioética, podemos afirmar lo siguiente: Beneficencia: se deben utilizar aquellos procedimientos que sean los indicados, con el consentimiento del paciente. No maleficencia: jamás utilizar procedimientos contraindicados; siempre se buscará no hacer daño valorando el balance riesgo-beneficio. Autonomía: el anciano tiene derecho a evaluar toda asistencia, incluso la indicada, e incluso a rechazar lo que signifique medios desproporcionados o extraordinarios, aún con competencia disminuida. Justicia: no puede haber ningún tipo de discriminación del anciano, ya sea por la edad, condición social o por padecer enfermedades que exigen tratamientos onerosos.
8. Conclusiones
El fenómeno creciente del incremento de la edad de la población merece una revisión general; desde la bioética se deberán revisar ciertos paradigmas como el de creer que estas personas con edad avanzada son siempre enfermos o el doble sentimiento hacia el anciano como objeto de venerabilidad y desprecio, lo que cuestiona muchos de los valores morales actuales. Un campo especialmente álgido es el de la relación del médico y el personal de salud con el paciente anciano, que como en el resto del ámbito de la prestación de los servicios, se debería reconocer en esta persona un sujeto moral que por supuesto merece ser tratado con dignidad; aunque con alguna limitación de su capacidad para la toma de decisiones, debe respetársele su autonomía; en caso de enfermedad es necesario replantear los objetivos de los tratamientos pues es probable que serán cada vez más frecuentes. Para el adulto mayor que transita el final de la vida, la mirada bioética sugiere algo más de tipo paliativo que curativo; siempre se debe realizar el balance riesgo—beneficio; la enfermedad y la muerte forman parte de la vida y en todo caso se debe reconocer su dignidad como persona.
Por último, por su edad, nadie puede ser objeto de discriminación. No es “más” el joven que el anciano. No es “menos” el enfermo que el sano.
9. Bibliografía y notas.
- AA.VV.II Report of the Assembly on Age, Viena, 1982.
- De La TORRE, J., (editor), Bioética y Ancianidad en una sociedad en cambio, Ed. Univ. Comillas, Madrid, 2015.
- KIM, J. H. – KNIGHT, B. G., “Effect of caregiver status, coping styles, and social support on the physical health of Korean American caregivers”, The Gerontologist 48 (2008) 287-299.
- LEONE, S., Nuovo manuale di Bioetica, Cittá Nuova, Milano, 2013.
- LOSADA, A. et altri, “Leisure and distress in caregivers for elderly patients”, Archives of Gerontology and Geriatrics 50 (2010) 347-350.
- RAMOS CORDERO, P., “Problemas Éticos en la atención a los Síndromes Geriátricos”, en Javier de la Torre (editor), Bioética y Ancianidad en una sociedad en cambio, Comillas, Madrid, 2015
- SGRECCIA, E., Manual de Bioética, B.A.C., Madrid, 2014.
[1] Cfr. HERNANDEZ NAVARRO, E., et altri, Manual de cuidados generales para el adulto mayor disfuncional o dependiente, México, pág. 11. Cita tomada el 28 de octubre de 2021 en www.fiapam.org, Manual de Cuidados Generales.
[2] Cfr. Ibidem, pág. 14.
[3] Cfr. SGRECCIA, E., Manual de Bioética, Vol. II, B.A.C., Madrid, 2014, pág.657.
[4] Ibidem, pág. 658.
[5] Actualmente pertenecen al África las poblaciones que no vivirán más de 60 años a causa de la desprotección infantil o de las escasas medidas de acceso a las vacunas. Entre los países en los que se vive menos se encuentran Angola (49 años), Sierra Leona (51 años), Guinea Bissau (56 años), Afganistán, Malawi, Ruanda (57 años); entre aquellos en os que se vivirá más, se encuentran Italia, Islandia, Japón y Suiza (82 años). Fuente: EURISPES, Rapporto Italia (2009).
[6] Cfr. SGRECCIA, E., Manual…, ob. cit., pág. 660.
[7] Hay varias alteraciones psicológicas y conductuales en los adultos mayores, siendo el síndrome depresivo. Este “afecta al 5-20% de la población mayor de 65 años, siendo más frecuente en la mujer, en determinados colectivos, como las personas institucionalizadas, en las que se duplica. En los dementes la depresión alcanza cotas más altas, especialmente en las fases iniciales, debido a los trastornos en los neurotransmisores cerebrales, como la serotonina”, RAMOS CORDERO, P., “Problemas Éticos en la atención a los Síndromes Geriátricos”, en Javier de la Torre (editor), Bioética y Ancianidad en una sociedad en cambio, Comillas, Madrid, 2015, pág. 64.
[8] II Report of the Wordl Assembly on Age, n 3, Viena 1982.