LA INMORTALIDAD ¿ALGO HUMANO O TRANSHUMANO?
Autor: Rafael Cúnsulo
“Hay que saber que, sea como sea, nunca existirá una humanidad perfecta”[i]
ÍNDICE
1. Introducción
2. La naturaleza humana en el transhumanismo y la naturaleza en Aristóteles
a. La naturaleza en el transhumanismo
b. Naturaleza según Aristóteles
3. ¿Humanidad de la inmortalidad?
4. Conclusión
5. Bibliografía y Notas
1. Introducción
A lo largo de la historia se ha escrito mucho sobre la inmortalidad, pero hay tres obras tituladas “Muerte e inmortalidad”, la primera de Feuerbach, la segunda Sciacca y la tercera de Pieper. Estos tres autores representarían en modo genérico las tres grandes posturas filosóficas sobre la inmortalidad.
Según Feuerbach, la muerte del hombre es una muerte real y completa. El hombre debe de ser consciente de su muerte, para poder disfrutar plenamente de su vida. Es una necesidad que el hombre se acuerde del carácter totalmente pasajero de su ser, de su mortalidad, y despierte la necesidad de buscar fuera de su propia individualidad, y fuera de la fe en su propia inmortalidad y eternidad, la fuente de la vida y de la verdad, el fundamento determinante de sus acciones y la morada de la paz. Sólo si el hombre vuelve a reconocer que no se trata de una muerte aparente, sino de una muerte verdadera y real, que liquida totalmente la vida del individuo, y sólo si vuelve a la conciencia de su finitud, se armará del coraje suficiente para empezar una nueva vida y para sentir la urgente necesidad de convertir lo verdadero y esencial, lo verdaderamente infinito, en el motivo y contenido de todas las actividades de su espíritu.
Para Feuerbach la inmortalidad es una salida irreal de la finitud. Sobre las ruinas del mundo destruido, planta el individuo la bandera del profeta, la sagrada estafa de la creencia en su inmortalidad y en el soñado más allá.
El hombre, al elevarse por encima de su ser y de su esencia, llega a la razón, al pensamiento. La vida por encima de la muerte es la vida dedicada a la razón, a la libertad, a la voluntad, a la ciencia y al arte. El hombre es un ser moral y libre. La materia del hombre es la voluntad y la libertad.
El hombre es hombre sólo en esta vida: cuando se termina esta vida, dejamos de ser hombres. En la muerte no hay vida, la muerte es el desierto puro, el más horrible vacío de vida. La idea de que después de la muerte se peregrina de estrella en estrella, y de que las estrellas son cómodos lugares de habitación de los seres vivos, es vacía, superficial y contradictoria con la naturaleza.
Por su parte, el filósofo de Giarre reflexiona sobre el problema de la muerte con una perspectiva tanto teórica como historiográfica. Desde el primer punto de vista, la muerte es vista como un acto existencial y como el cumplimiento de la vida de un ser corporal-espiritual; además, la persona se distingue de manera singular por la muerte del otro y los intentos de disfrazar la muerte, que Sciacca llama "maquillaje", no valen nada. Desde el punto de vista histórico, se analizan las posiciones del naturalismo intelectualista de Spinoza, el romanticismo, el naturalismo voluntarista de Schopenhauer y la dialéctica de Hegel.
La reflexión sobre la muerte conduce inevitablemente a cuestionar la inmortalidad, a la que tiende el ser humano. De hecho, Sciacca sigue adecuadamente este orden en la exposición, trata primero el tema de la condición mortal y luego el de la inmortalidad. El análisis metafísico del espíritu debe unirse con los argumentos psicológicos y morales que corroboran la tesis de una perpetuidad suprahistórica del individuo. Las tres líneas de argumentación contribuyen a mostrar el "desequilibrio ontológico" de la persona, que tiene una tensión existencial más allá de la vida.
Para Pieper la definición más clásica de la filosofía habla de la muerte como una separación de cuerpo y alma, para expresar la destrucción experimentada en la misma; definición que es retomada por la teología cristiana. Esta afirmación filosófica-teológica no deja en claro cuál es la esencia del morir, porque el mismo concepto de separación permanece obscuro[ii]. El término no es incomprensible en sí mismo, pero se debe comprender con relación a la unión que la precedió.
En su visión realista, que afirma la unión sustancial de cuerpo y alma, se puede decir: primero, que no muere el cuerpo o el alma, el que muere es el hombre; segundo, que el alma espiritual, afectada por la muerte, se mantiene íntegra en el ser y sobrevive.
Santo Tomás dice que el alma unida al cuerpo es más semejante a Dios, que la que está separada del cuerpo, porque "aquella posee su naturaleza de una manera más perfecta"[iii]. A nadie que está cerca, por el afecto, se le ocurre pensar que lo que le sucede al moribundo es algo ajeno a él.
Pieper establece una distinción entre perpetuidad en la existencia actual, incorruptibilidad del alma y la inmortalidad, la cual corresponde exclusivamente al ámbito bíblico-teológico y se aplica sólo al hombre pleno. La inmortalidad del alma no se encuentra ni en la biblia ni en santo Tomás. Cuando hablan de inmortalidad se refieren a Cristo resucitado o al hombre de la plenitud de los tiempos.[iv]
El transhumanismo es una postura de carácter científico y filosófico que considera que la condición humana puede ser potenciada y mejorada por los avances tecnológicos. De manera amplia, el movimiento transhumanista se considera como deudor del humanismo secular e ilustrado, ya que el Transhumanismo confía decididamente en que el poder de la razón y el progreso material son los motores que conducirán a la humanidad hacia un perfeccionamiento biológico, a través de los avances de la ciencia y la tecnología. Todo esto con la intención de lograr la plenitud y la felicidad de los seres humanos. Según el Transhumanismo, en el período histórico que vivimos “es obligatorio tener en cuenta la posibilidad de un progreso tecnológico dramático. Sería trágico si no se materializaran los potenciales beneficios a causa de una tecnofobia injustificada y prohibiciones innecesarias.” (Declaración Transhumanista).
2. La naturaleza humana en el transhumanismo y la naturaleza en Aristóteles
a. La naturaleza en el transhumanismo
El hecho de que el hombre pueda soñar en modificarse artificialmente para mejorar sus capacidades es un tópico propio de la filosofía de la tecnología y de la filosofía de la ciencia; y ha llevado a los teóricos transhumanistas a suponer que la especie humana no es el fin sino apenas el comienzo de una nueva fase dentro de la evolución. Bajo este planteamiento, el sapiens actual no sería más el pináculo de la evolución biológica en virtud del desarrollo de la conciencia, pues la esencia humana no sería sino un conjunto de características modificables y plásticas, y no definitivas, fijas o constantes; no tendría configuración única, dada de una vez y para siempre.
Para los transhumanistas, si fuera posible la modificación de las capacidades humanas, y a partir de ella su esencia, una de las tareas de mayor envergadura que buscarían cristalizar sería la reducción de los contenidos mentales a operaciones lógicas y a partir de ahí a información materializada, para que en un futuro fuera posible (con la llamada transferencia mental) fabricar una "copia de seguridad" de la información mental, para “cargarse” en un cerebro biológico o robótico.
Ante lo que la gente tendría oportunidad de elegir el mejor modo de conservación de su propia inteligencia, mediante un dispositivo bio-orgánico, o en un patrón de ondas conscientes o en robots perdurables, o en una plataforma informática global que preservara esos pensamientos en una gran red de conocimiento.
Aristóteles al hablar de la naturaleza afirma que: “la naturaleza es el principio y la causa del movimiento y del reposo para la cosa en la que ella reside inmediatamente, por sí y no por accidente”. Con las últimas palabras, Aristóteles afirma que lo natural se distingue de lo accidental (o sea, lo casual, que resulta de la coincidencia fortuita de causas).
La naturaleza, según Aristóteles, es un principio interno de actividad que sólo se da en los entes naturales que se llaman sustancias. Los entes naturales superiores son los vivientes. En ellos su desarrollo y actividad responde a tendencias internas.
Entre las nuevas especies que surgirían después de la modificación biotecnológica humana, propuesta por los transhumanistas, se encontrarían (según su pronóstico), por ejemplo, los bio-orgs (individuos originalmente homosapiens pero codificados proteínicamente), los cyborgs (organismos cibernéticos, concebidos como híbridos biológicos y mecánicos que vivirían no sólo en el entorno “natural” de los bio-orgs, sino en entornos diferentes como el espacio estelar cercano), los silorgs (hechos a partir de silicio, y que ya serían especies no humanas, adaptados mediante un ADN artificial, diseñados para realizar tareas de especial peligro y riesgo), los symborgs (organismos simbólicos, auto-reflexivos, auto-reproductivos, auto-conscientes, verdaderos programas vivientes cuyo hábitat serían probablemente supercomputadoras, donde residirían a manera de conciencias instaladas), o el Cerebro Global Cuántico (que concentraría la información materializada de los contenidos mentales convertidos en códigos transferibles, y que se comportaría como una gran mente global con inteligencia y sabiduría superiores a la humana y demás formas de inteligencia ya descritas). El carácter fantástico de todos estos planteamientos transhumanistas no obsta para que sus defensores exijan, por lo pronto, la inmediata modificación de los criterios éticos y sociales tradicionales con los que se valora la práctica científica, porque a partir de lo que consideran la falsa suposición de una esencia humana peculiar frente al resto de los seres vivos, se habría impedido la naciente experimentación que podría hacer avanzar paulatinamente al hombre hacia los desarrollos del transhumanismo[v].
Para esta corriente, impedir la mejora de las condiciones biológicas humanas sería tanto como oponerse a salvar vidas o evitar enfermedades físicas o intelectuales; sobre todo porque contrariamente a lo que ocurre con la investigación sobre energía nuclear, por poner un caso, las prácticas de la biotecnología siempre mejorarían la especie y la llevarían hacia estadios más avanzados en todo sentido[vi].
No tiene caso, pues, para los transhumanistas, mantener una naturaleza humana sujeta a enfermedades, limitaciones físicas y taras sociales (tales como la envidia, la violencia o la angustia) que podrían ser modificadas. Con todo, más allá de ser un mero subproducto de la cultura tecnológica postmoderna, el transhumanismo se presenta como una propuesta que pone sobre la mesa temas de considerable envergadura para la filosofía de la ciencia, la filosofía de la tecnología, y la antropología, entre otras; sobre todo en lo tocante a la identidad humana y la libertad.
En efecto, contrariamente a lo que opina el reduccionismo transhumanista, modificar al hombre no es una práctica unívoca: no es lo mismo una mejora muscular o de resistencia aeróbica, que una intervención técnica para incrementar la capacidad de retentiva cerebral, o una reducción del conocimiento a un código materializable y transferible a sujetos diferentes o a máquinas artificialmente pensantes.
La teoría transhumanista concibe a la persona como un medio para alcanzar un fin que trasciende a la propia humanidad, un eslabón intermedio en la evolución hacia una especie superior posthumana que, en última instancia, será la que prevalezca en una sociedad teledirigida por la IA. En el camino hacia esta distopía, algunos consideran que es un mal inevitable para el que debemos estar preparados, mientras otros creen que se trata de una oportunidad para las futuras generaciones:
Ya no será posible distinguir al hombre de las máquinas, ni discernir entre realidad física y virtual. Con ello se dará inicio a la última fase de la evolución cuando la inteligencia humana se expanda por todo el universo en forma de energía y materia saturada (Llano Alonso, 2018, p. 107).
El transhumanismo aprovecha la tesis de la perfectibilidad de la naturaleza humana defendida por el humanismo y, trascendiendo – mediante el uso de la técnica y la ciencia – los límites naturales tradicionalmente considerados infranqueables, defiende abiertamente la tesis antinaturalista, según la cual: la naturaleza no es sagrada, por lo que nada impide modificarla, mejorarla o aumentarla.
b- Naturaleza según Aristóteles
Lo natural, según Aristóteles, es distinto de lo artificial, que no posee tendencias internas (sólo las poseen sus elementos naturales); de lo casual, que se produce por la coincidencia accidental de causas naturales y, por tanto, no tiende hacia fines determinados; y de lo violento, que procede de causas exteriores, impidiendo el desarrollo de las tendencias naturales y, por tanto, la realización del fin natural.
Lo natural tiende hacia fines determinados. Por eso la filosofía de la naturaleza es teleológica porque está centrada en los fines de las sustancias. Está noción de fin en la naturaleza es importantísima porque significa que cualquier intervención en el hombre por parte de la medicina debe respetar estos fines y que una intromisión en esa naturaleza puede impedir que esos fines se realicen o hacer que se vean entorpecidos.
La noción aristotélica de naturaleza pone el acento en el dinamismo interno de lo natural frente a lo artificial.
Dinamismo y estructura[vii]:
Nos interesa sobre todo este punto para rescatar el carácter dinámico de la naturaleza (sin negar que esta posea una estructura) para desmentir la calificación de esencialista que se les atribuye a los defensores de una naturaleza realista. Que exista una naturaleza no significa que esta sea estática.
Sobre el dinamismo Artigas menciona que se trata de una activad propia, interna que poseen los entes naturales que se puede percibir en todos los fenómenos de la naturaleza y que la misma ciencia confirma:
“La naturaleza tiene una consistencia propia. Podemos intervenir en los procesos naturales, pero no podemos modificar sus leyes (…). “Las entidades naturales (…) no son sujetos meramente pasivos a los que se añada el movimiento como algo externo, sino que poseen una actividad propia, un dinamismo interno que no depende sólo de las acciones que se ejercen sobre ellas.
El dinamismo natural puede considerarse tanto en el nivel de la experiencia ordinaria como en el de las ciencias. Ante la experiencia ordinaria, el dinamismo propio se manifiesta en todos los ámbitos de la naturaleza: es patente en los vivientes, los astros, los fenómenos atmosféricos, el aire, el agua, e incluso en la Tierra, que muestra su dinamismo en los terremotos y erupciones volcánicas.
Los conocimientos científicos actuales manifiestan (…) [que] Los compuestos físico -químicos, desde los minerales hasta las estrellas pasando por los líquidos y gases, poseen un dinamismo que, en ocasiones, queda oculto porque existen estados estables de equilibrio: pero siempre se trata de equilibrios dinámicos que pueden alterarse cuando se dan las circunstancias apropiadas. Por fin, el dinamismo es especialmente patente en los vivientes.” En la naturaleza existen estructuras espaciales y temporales. Cuando estas estructuras se repiten se denominan pautas:
“Ante la experiencia ordinaria, la naturaleza aparece surcada por estructuras espacio-temporales (…). Una estructura es una distribución de partes mutuamente relacionadas que forman un todo unitario.
La estructuración característica de lo natural posee dimensiones espaciales y temporales: las entidades naturales tienen configuraciones espaciales, y el dinamismo se despliega en la dimensión temporal.
En la naturaleza existe una gran variedad de estructuras, que en muchas ocasiones tienen caracteres comunes que se repiten (…) [cuando estas estructuras se repiten] se denominarán pautas o patrones.
Ante la experiencia ordinaria, la naturaleza aparece como un conjunto de seres que tienen estructuras bien definidas. El caso más claro es el de los vivientes, que se caracterizan precisamente por poseer una estructura unitaria en la cual las diferentes partes desempeñan funciones específicas y funcionan de acuerdo con ritmos temporales característicos.
En las ciencias bio-tecnológicas se buscan conocimientos que puedan relacionarse con el control experimental, pero ese control sólo es posible cuando existen aspectos que, al menos en principio, se repiten; por tanto, cuando existen pautas. Por consiguiente, cuanto más progresa la ciencia, mayor es el ámbito de fenómenos que se relacionan con el control experimental, y más amplio es nuestro conocimiento de las pautas espaciales y temporales.
Hablamos de pautas cuando encontramos estructuras que se repiten (…) de hecho. Nuestro mundo no es un mundo indiferenciado, uno más entre muchos mundos posibles. Es un mundo muy específico, que se encuentra surcado en todos sus niveles por pautas igualmente específicas. En la naturaleza, no todo son pautas, pero todo gira en torno a pautas.”
Relación entre dinamismo y estructuración:[viii]
Se da una proporción entre organización y dinamismo. El dinamismo de los entes naturales depende de su configuración. Los vivientes por ejemplo poseen órganos y aparatos que permiten el despliegue de sus actividades o funciones específicas. Dinamismo y estructuración se condicionan mutuamente: “El despliegue del dinamismo se encuentra inter-penetrado con una estructuración espacio-temporal”
“Admitir el valor del individuo no significa que éste no pueda y, en el caso del ser humano, no esté llamado a mejorarse a sí mismo, sino que implica que cualquier mejora solo tiene sentido dentro de los márgenes de su propia identidad. Y aunque es muy difícil en términos teóricos reconducir los múltiples aspectos que constituyen la identidad personal (aspectos somáticos, psicológicos, espirituales, circunstanciales y biográficos) a un solo elemento fundamental, a un único factor individuante, sería absurdo negar que esos límites demarcatorios existen. De donde se sigue que un proceso de mejora o bien se mantiene dentro de estos márgenes, más o menos difusos, o deviene, como en el transhumanismo más radical, en una transformación por la que una realidad simplemente cede su paso a otra.[ix]
3- ¿Humanidad de la inmortalidad?
La búsqueda de la inmortalidad virtual es uno de los aspectos que estudia el transhumanismo. Repasamos su estado y el debate existente a su alrededor.
La “inmortalidad del ser humano” o la ampliación de la vida a edades mucho más longevas que las actuales ha sido un tema recurrente en la literatura (la propia inmortalidad del alma platónica y pitagórica, donde el conocimiento es reminiscencia) y en la cultura en general, llegando a obsesionar a muchos autores y a parte del mundo de la ciencia. Hoy en día no es un tema que ocupe la centralidad del pensamiento o que sea clave en grandes investigaciones, aunque campos como el de la biotecnología sí estudian constantemente cómo mejorar el envejecimiento celular y de tejidos.
Pese a los avances que se han dado en los ámbitos mencionados, y a estudios con defensoras y afirmaciones muy prometedoras, como Calico Labs de Alphabet, lo que está más en boga es la búsqueda de la inmortalidad virtual, englobada dentro de pensamiento del transhumanismo. En sí, el transhumanismo es un movimiento cultural cuyo objeto es el estudio y la plasmación práctica del desarrollo de tecnología que corrija aspectos de la condición humana que actualmente nos afectan negativamente, desde asuntos irreparables como la muerte hasta otros menos graves como evitar sentimientos negativos que nos hicieran sufrir (con esto, obviamente, dejaríamos de ser humanos).
Volviendo a la inmortalidad virtual, ¿qué persigue? Ya que la eternidad aún se nos escapa por mucho, resulta lógico pensar que los avances tecnológicos puedan ayudarnos en ese proceso. Por ello ya hay en marcha varios proyectos centrados en reproducir y clonar el “contenido” de nuestro cerebro y de nuestros pensamientos de tal manera que, aunque no de forma física, gran parte de nuestro ser sí pueda trascender para siempre. Uno de ellos es LifeNaut, que además de la teoría quiere pasar pronto a la práctica, ya que está creando robots que puedan reproducir los comportamientos que el cerebro clonado deba reproducir.
A partir de consideraciones como las anteriores, se valora al actual ser humano (homo sapiens) no como el estado más elevado y consumado de la filogénesis de nuestra especie, y por lo tanto tampoco lo más valioso (lo cual implicaría un especismo injustificado, según Peter Singer) sino como un estado que puede y debe ser superado. Para esto, se deben mejorar y potenciar ciertos aspectos que se relacionan con la calidad de vida, extender la esperanza de esta, disminuir el dolor, erradicar los padecimientos o, mejorar la funcionabilidad del cuerpo, así como potenciar nuestras capacidades cognitivas (tales como la memoria o la inteligencia).
El transhumanismo implica una amplia gama de posiciones que oscilan desde lo más utópico (algunas bastante estrafalarias y en ciertas ocasiones, francamente disparatas) e ingenuamente optimistas (optimismo dinámico[x]) en donde la tecnología desaparecerá la vejez o muerte. Algunos transhumanistas consideran que algunas de estas modificaciones terminarán en una conversión moral de humanidad en donde la mayor parte de la población humana será virtuosa. También encontramos otras posturas más realistas y concretas que consideran que los problemas sociales y existenciales nunca desaparecerán, aunque la tecnología y la ciencia nos ayudarán bastante a sobrellevarlos.
El fundador del Instituto Extropiano, Max More (2005) nos muestra claramente esto cuando indica que:
El “transhumanismo” es un término general dado a la escuela de pensamiento que se niega a aceptar las limitaciones humanas tradicionales como la muerte, la enfermedad y otras debilidades biológicas. Los transhumanistas están típicamente interesados en una variedad de temas futuristas, incluida la migración en el espacio, la transferencia mental y la suspensión criogénica. Los transhumanistas también están muy interesados en temas más inmediatos, como la biotecnología y la nanotecnología, la informática y la neurología.[xi]
Lo cierto del caso es que la mayoría de quienes promueven el transhumanismo (como el Jefe de ingenieros de Google) comparten de alguna forma este futurismo. Según Vaccari (2013) el transhumanismo es un movimiento que se origina a partir de los presupuestos económicos sociales del mundo anglosajón, por lo que muchos de sus tópicos centrales, reflejan, en algún sentido los ideales de libre mercado, así como una ética utilitarista tan defendida en países como los Estados Unidos. Ya sea este el caso o no, lo que no se puede negar es que el ideal de progreso científico y mejora tecnológica-humana, subyacen en la mayoría de la disciplinas y posturas desarrollistas actuales. No en vano, cada vez con más frecuencia los países desarrollados, así como los que no lo son, invierten en la investigación tecno-científica, específicamente en lo relacionado con la innovación y el diseño (I+D), como formas de crear progreso económico y en algunos países, avance social.
El artículo tercero de la Declaración Transhumanista señala que “Los transhumanistas creemos que siendo generalmente receptivos y aceptando las nuevas tecnologías, tendremos una mayor probabilidad de utilizarlas para nuestro provecho que si intentamos condenarlas o prohibirlas.”. De esto se puede desprender que el elemento más importante para cualquier enfoque transhumanista es el desarrollo y la aplicación de la tecnología. En este sentido, sigue la línea ya mencionada del humanismo ilustrado, al considerar a la ciencia (tecno-ciencia en este caso) como un aliado fundamental en su proyecto civilizatorio.
Siendo esto así, en el Transhumanismo subyacería un humanismo tecnológico que no dista cualitativamente de los humanismos tradicionales que buscan transformar al ser humano a partir de un refinamiento cultural, una educación determinada o la imposición de ciertos valores éticos. No obstante, sería importante matizar esta afirmación ya que el transhumanismo posee un elemento bastante distintivo. El transhumanismo se diferencia de todos ellos en tanto no busca utilizar la tecnología desde un punto de vista social o político, para mejorar las condiciones materiales (y por lo tanto alargar la vida, por ejemplo) o para distribuir mejor la riqueza de los países (lo que implicaría una mejor calidad de vida).
Tampoco plantea utilizar los aportes de la ciencia y la tecnología para reducir el efecto invernadero u optimizar los servicios de salubridad (lo cual sin duda traería una reducción de los padecimientos o dolores). Asimismo, tampoco se interesan en la utilización de las tecnologías de la comunicación e información (TICs) para mejorar la educación, sino que la mejora tecnológica humana se plantea en un plano estrictamente individual independientemente de que algunos autores transhumanistas mencionen algunos de estos puntos de manera accesoria o indirecta en sus textos). La idea es que este potenciamiento personal, termine a la postre, en la mejora de la humanidad como un todo. “El transhumanismo (...) no sólo promueve los medios tradicionales de mejora de la naturaleza humana (…) sino también la aplicación directa de la medicina y la tecnología para superar algunos de nuestros límites biológicos básicos.” (Bostrom, 2005b, pp. 4)[xii].
Es así, como el mejoramiento y la potenciación humana (human enhancement) se formulan desde una base rigurosamente individual, a diferencia del resto de los humanismos clásicos que tenían como punto de partida un contexto social más amplio desde donde se debía orientar al ser humano.
4. Conclusión
De acuerdo al planteo de los filósofos que hemos presentado en la introducción la inmortalidad podría ser una ensoñación, o bien algo realizable en el espíritu de la historia o algo atribuida a una potencia superior.
Ni la consideración transhumanista ni la filosófica son unívocas a la hora de plantear la inmortalidad.
Para el planteo de Feuerbach el transhumanismo podría ser una cierta solución a la ilusión de una inmortalidad futura desgajada del presente ya que la continuidad histórica de, al menos, parte del sujeto (en las distintas modalidades que plantea el transhumanismo) daría realidad a una cierta inmortalidad o perpetuidad en el tiempo.
Para la postura de Sciacca el transhumanismo no aporta nada a la inmortalidad que ya posee el alma, para el cual la inmortalidad es una cuestión puramente anímica y la perpetuidad en el tiempo retrasa ese momento de plenitud que es la inmortalidad en la realización histórica.
En la postura de Pieper la solución transhumana se complejiza ya que para él la inmortalidad no es del alma sino del hombre resucitado, por los cual plantea una solución transhumana pero no biotecnológica sino trascendental, de fe. La incorruptibilidad le corresponde al alma humana pero la inmortalidad al hombre resucitado por el poder de Dios, esta es la condición de plenitud para el ser humano y no una duración real o virtual en el tiempo. En la perpetuidad, según Pieper, el hombre aspira a no morir o a vivir para siempre en el tiempo y ésta es cualitativamente distinta a la incorruptibilidad, que es vida más allá de la muerte. Los "naturalistas" y los "historicistas" sostienen esta tesis de la perpetuidad, que no respeta la naturaleza del alma humana. La primera afirma la realización total del hombre coincide con su ciclo vital (perpetuidad en la generación) y la segunda sostiene que tal realización actúa plenamente en la inmanencia del espíritu en el devenir histórico (perpetuidad en la trascendencia histórica. Otro modo, más sutil, de perpetuarse en el tiempo es volviendo a él mediante la reencarnación.[xiii]
Efectivamente debemos concluir que la inmortalidad es transhumana, con necesidad de muerte real para los transhumanismos transcendentales (del historicismo o de la fe) y sin necesidad de ella en el transhumanismo bio tecnológico de las más variadas corrientes.
5. Bibliografía y Notas
[i] Morin, E. La Vía para el futuro de la humanidad, Fontserre, Madrid, Paidos. 2011, p. 290
[ii] Rahner, K; Sentido teológico de la muerte, Herder, Barcelona, 1969, p. 19
[iii] Santo Tomás de Aquino, De Potencia, q. 5, a. 10, ad. 5.
[iv] Cf., Pieper, J; Muerte e inmortalidad, Herder, Barcelona, 1970, p. 49.
[v] Los transhumanistas pronosticaban hace una veintena de años que, si se lograra una libertad total de investigación, paulatinamente se irían obteniendo modificaciones humanas y sociales a gran escala que podrían seguir etapas como las siguientes: en el 2013, se prohibirían los alimentos de origen natural. En el 2022, la ONU concedería al ciberespacio la categoría de nuevo continente. En el 2032 se cerraría la última compañía de vuelos aéreos regulares, debido a la telepresencia. En el 2071 se haría institucional el vertido de cerebros al ciberespacio una vez que los individuos murieran, y convertirían en entidades autónomas. En el 2088 se daría el nacimiento de Beethoven 2º, a partir de una clonación. Y finalmente en el 2100 moriría el último ser humano y sería disecado para su preservación museológica.
[vi] Según observaciones de Gregory Stock (director del Programa sobre Medicina, Tecnología y Sociedad de la Escuela de Medicina de la Universidad de California en Los Ángeles), expresadas entre 1993 y 2002 en obras como Redesigning Humans. Our Inevitable Genetic Future y The Merging of Humans and Machines into a Global Superorganism.
[vii] Mariano Artigas, M. (2003). Filosofía de la naturaleza, Pamplona, Eunsa, pp. 40-43
[viii] Mariano Artigas, M. (2003). Filosofía de la naturaleza, Pamplona, Eunsa, pp. 43-44
[ix] Mariano Asla, “El Transhumanismo como ideología: ambigüedades y dificultades de la fe en el progreso”, Pp. 12-13
[x] Un optimismo dinámico según More en More & Vita-More (2013).
[xi] “Transhumanism” is a blanket term given to the school of thought that refuses to accept traditional human limitations such as death, disease and other biological frailties. Transhumans are typically interested in a variety of futurist topics, including space migration, mind uploading and cryonic suspension. Transhumans are also extremely interested in more immediate subjects such as bio- and nano-technology, computers and neurology.” More, M. http://www.mactonnies.com/trans.html
[xii] “Transhumanism (…) it prom otes not only traditional means of improving human nature, such as education and cultural refinement, but also direct application of medicine and technology to overcome some of our basic biological limits.”
[xiii] Esta teoría deja a salvo la trascendencia del alma, pero no explica como un alma se adapte a un cuerpo inferior, en los cuales, sin conciencia y libertad, no puede realizar ninguna expiación. Tampoco explica, en el caso de reencarnarse en otro hombre, como se justifica que se imputen acciones buenas y malas realizadas por otro, en otro tiempo.