EL EMBRIÓN HUMANO: UN FIN EN SÍ MISMO
Autora: Elena Passo
1. Introducción
2. Desde el amor, la dignidad humana
3. Análisis desde la bioética personalista del status moral del embrión humano
3.1 Análisis científico objetivo
3.2 Análisis antropológico filosófico
3.3 Consecuencias éticas para la praxis operativa
4. Contexto cultural actual: "Umbrales de humanidad"
5. Manipulación embrional
5.1 Técnicas de reproducción humana artificial
5.2 Crioconservación
5.3 Reducción embrionaria
5.4 Diagnóstico preimplantatorio
5.5 Clonación humana
5.6 Problemas éticos referidos a la investigación con células madre
6. El embrión humano: Un fin en sí mismo
7. Proporcionalidad terapéutica e inicio de vida
8. Valoración moral de la investigación en embriones humanos
9. Conclusiones
Notas y Bibliografía
1. Introducción
Somos interpelados frecuentemente por cuestiones que involucran decisiones sobre el tema de la vida. La dignidad humana es amenazada de todos los modos posibles, se manipula y destruye la vida naciente. La “libertad”, alejada de su propia esencia y subordinada a la mentira, es utilizada como pretexto para desestimar el valor de la vida.
En el fondo, es la identidad del hombre lo que está en juego al negar su dignidad inherente y su expresión, que es el respeto por la vida y la integridad.
Nos duele mucho esta realidad de menosprecio por la vida y entristece la utilización de numerosos medios de comunicación para difundir un mensaje que sólo encierra dolor y muerte para muchos. Este escenario nos preocupa y pensamos que es necesario clarificar conceptos, profundizar reflexiones y llevar nuestra voz con el mensaje del amor a la vida a todos los lugares que sea posible.
Las palabras de este escrito tienen por objetivo analizar desde el punto de vista de la bioética personalista ontológicamente fundada algunas formas de manipulación a las que son sometidos en la actualidad millones de embriones humanos. Justamente, es a través de esta perspectiva, que la bioética como ciencia da un giro radical al aunar el concepto de persona humana y su dimensión de trascendencia: el vínculo ontológico. Es la visión sobre la causa de la vida desde la ciencia y la fe, unidas de forma tal, que la nueva ciencia tiene una identidad propia y un nivel de profundidad en el abordaje que llega al corazón mismo del principio de la Vida. No hablamos tan sólo de persona desde una definición antropológica-filosófica, sino de persona que puede asumir en sí misma el Evangelio de la Vida, es el hombre que asume en forma plena su real dimensión. [1]
Concentrada la mirada en el marco referencial de la dignidad humana trataremos de establecer la licitud o no del accionar médico sobre el embrión humano y responder a las siguientes preguntas:
¿Es lícita la acción del hombre en el inicio de la vida?
¿Qué significa desde la medicina la búsqueda del bien integral del embrión humano?
¿Cómo se aplica el principio de proporcionalidad terapéutica en el inicio del desarrollo?
¿Cuál es el análisis desde la Bioética Personalista de las distintas formas de manipulación de la vida humana durante la fase embrionaria?
¿Qué hay detrás de la investigación en células madre embrionarias?
Por último, las conclusiones llevarán como valor la esperanza en la Causa de la Vida y la convicción profunda de que: “El misterio del hombre sólo se ilumina perfectamente en Jesucristo”. [2]
2. Desde el amor, la dignidad humana Existe el concepto generalizado que la dignidad humana es un atributo, algo que en forma circunstancial podemos poseer y gozar de su beneficio o que por el contrario, se la puede perder y padecer situaciones en que pasamos a ser considerados indignos.
En realidad, esta es una idea equivocada, ya que la dignidad es inherente a la persona y radica en su constitución esencial, en aquello que es exclusivamente propio del ser persona. Podemos preguntarnos: ¿qué caracteriza a la persona?, ¿cuál es la esencia de su realidad objetiva?
Como esencia, entendemos aquello que universalmente la define y que está presente siempre, independientemente de las notas circunstanciales. La definición de persona humana como “unidad sustancial de naturaleza racional” nos permite extraer sus características principales: la sustancialidad, la individualidad y la racionalidad.
La sustancialidad se refiere a la forma indisoluble y exclusivamente propia en que los dos principios (el cuerpo y el alma espiritual) se encuentran unidos, de forma tal que presentan una dimensión distinta y mayor que una mera suma; asume esta unidad tan especial, justamente el ser persona. La individualidad se refiere al ser completo en sí y la racionalidad es interpretada como la capacidad de interrogarse sobre el ser de las cosas.
Desde el aporte de las ciencias humanísticas se puede establecer que en esa sustancialidad (unión única, irrepetible e indivisible) radica la dignidad. Por lo tanto, toda persona por su misma esencia es digna y es imposible que otro ser humano pueda actuar sobre la misma, alterándola. Dicho de otro modo, nadie la puede otorgar, quitar o modificar, ya que es un bien inherente, indivisible e intransferible de la persona. Este bien propio de la condición humana debería motivar naturalmente respeto y resguardo universal.
Desde la mirada de la Fe, la dignidad humana ingresa en otra dimensión, la del Amor. El vínculo creacional, que se instituye por siempre desde el instante en que por nuestro nombre somos llamados por Dios Padre, es el sustento de la dignidad del hombre. En la visión divina no existen saltos en su valor: desde el Amor todos somos iguales en dignidad. En el mismo instante en que se inicia la vida estamos en presencia de un ser que lleva en sí la dignidad de la persona, es tan digno que recibe justamente el nombre de persona. [3]
3. Análisis desde la bioética personalista del status moral del embrión humano
El llamado método triangular de la Bioética Personalista tiene los siguientes pasos metodológicos, que son aplicables al análisis del status moral del embrión humano:
- Análisis científico objetivo
- Análisis antropológico-filosófico
- Consecuencias éticas para la praxis operativa.
3.1 Análisis científico objetivo
El comienzo de la vida de un nuevo ser humano está dado desde el momento de la penetración del espermatozoide en el ovocito. Se inicia en ese instante la constitución del cariotipo exclusivo de la especie humana, el cual en forma gradual, progresiva, coordinada e irreversible se activará. Se trata de un proceso complejo y caracterizado por la inteligibilidad.
La fecundación comienza con el reconocimiento específico de los gametos de los padres, que da lugar a un intercambio de señales moleculares que permiten su mutua activación. Para que esto ocurra, es necesario que los gametos se encuentren en un estado de inactivación o silenciamiento de la expresión génica y que tal situación sea eliminada por la presencia e interacción con el otro gameto.
Durante este proceso, tienen lugar dos hechos fundamentales que permiten establecer que el cigoto es un organismo individual, uno es el proceso de impronta génica y el otro es el de la polarización o asimetría celular. La impronta (metilación de las citosinas del ADN) parental de cada gameto cambia durante la fecundación para dar lugar a una impronta única y propia del cigoto. Además, debemos aclarar que durante todo el desarrollo embrionario, ocurre una expresión o silenciamiento diferencial de la dotación genética recibida en el momento de la concepción, que permite la diferenciación celular.
El otro fenómeno que ocurre en la fecundación es la polarización, que consiste en una distribución asimétrica del material citoplasmático del ovocito. Se constituye un plano que tiene en un extremo o polo celular el núcleo del ovocito y el otro polo celular está dado por el sitio donde ingresó el espermatozoide y que determinó un gradiente iónico de calcio máximo.
El cigoto es una realidad biológica individual, que posee una organización celular asimétrica o polarizada con información genética única y exclusiva. La polaridad consiste en una asimetría y distribución ordenada de estructuras a lo largo de un eje y es la que permite el desarrollo. La formación de un organismo necesita de la presencia de asimetrías a nivel celular, que permita que luego de una división celular se constituyan dos células diferentes; es por eso que se considera que la polaridad celular es un proceso autoorganizativo necesario para la diferenciación. La aposición sucesiva de células que se han ido modificando, permite a través de una comunicación mediada por moléculas de adhesión la inducción embrionaria.
Este proceso regula la expresión selectiva de genes en las diferentes regiones del embrión. El plan a nivel genético que dirige el proceso por el cual el cigoto se transformará en un organismo adulto está determinado por genes conocidos como homeogenes. Éstos codifican proteínas que son factores que regulan la expresión de otros homeogenes y las células guardan memoria espacial en forma de proteínas codificadas por ellos. La cascada de expresión de los genes que codifican moléculas de adhesión celular sincronizada con la cascada de expresión de los homeogenes y los morfogenes determina la información temporal y posicional del desarrollo embrionario.
La partenogénesis por activación de un óvulo de mamífero no permite la expresión de los genes de forma ordenada, ni el establecimiento de los ejes del embrión; se ha observado que es necesario para que ello ocurra la presencia de la impronta parental paterna. Por todo esto, puede decirse, que el cigoto fenotípicamente es una realidad unicelular totipotente con capacidad natural de desarrollo en cuanto a organismo completo. [4]
El cigoto es un individuo con capacidad de iniciar en forma ordenada un programa o sucesión de mensajes genéticos. Cada ser humano es único, no sólo por su constitución genética heredada de sus padres, sino porque a lo largo de toda la existencia existe una emisión diferente de la información contenida en su dotación genética por la interacción con el medio; esto permite explicar la existencia, en alguna circunstancia, no sólo de variaciones fenotípicas, sino también, de variaciones en la activación genética en el caso de hermanos gemelos. [5]
El cigoto tiene carácter individual y además posee la información necesaria respecto al término, pues posee la propiedad que ya desde la primera división celular origina dos blastómeros con fenotipo diferente, no sólo con respecto al suyo, sino diferentes entre sí e incluso con distinto destino.
Esta información permite establecer que en la gemelación natural, ocurriría un adelantamiento en el tiempo de la primera división, respecto a la organización celular que permite alcanzar el fenotipo cigoto polarizado. Esto sería consecuencia de una irregularidad en la difusión del ión calcio, que alteraría la sincronización entre la división celular y la organización intracelular polarizada. De esta manera, si la célula producto de la división de los gametos se dividiera antes de haberse polarizado en forma correcta, las dos células resultantes no serían dos blastómeros desiguales que constituyen un embrión bicelular; al contrario, serían dos células iguales capaces de dar origen a dos cigotos idénticos. Esto significa que, como resultado de una sola fecundación, se originarían dos cigotos que se desarrollan en forma independiente, bajo la misma membrana pelúcida y que serán hermanos gemelos.
La gemelaridad por aparición de dos cigotos al completarse la fecundación, estaría causada por una modificación en el flujo del ión calcio, desde la zona de entrada del espermatozoide al ovocito. Tal alteración es atribuida a factores maternos: se ha visto que en los casos que se presenta una frecuencia mayor de gemelaridad, existe una reducción de los niveles de calcio en la madre en el tiempo de la fecundación (lactancia reciente e hiperprolactinemia). Esta situación no invalida la individualidad del embrión. Por el contrario, un blastómero o un conjunto de ellos sacados de un embrión temprano y cultivados en condiciones adecuadas, pueden reprogramar su organización celular y dar origen a un nuevo sistema unitario. El embrión al cual se le han sacado las células podría reprogramar su desarrollo, recuperando su configuración.
Otro fenómeno de suma importancia, que ocurre durante el viaje del embrión a través de la trompa materna hasta la anidación, es el reconocimiento mutuo a través de un diálogo molecular entre la madre y el hijo, que permite la preparación para la anidación posterior. Al término de la anidación, las células del macizo celular interno se han organizado como disco embrionario bilaminar y la siguiente etapa, llamada gastrulación transforma al disco embrionario en trilaminar, pudiéndose diferenciar en ectodermo, mesodermo y endodermo.
Las tecnologías de Reproducción Artificial in Vitro han demostrado que la viabilidad del embrión en la etapa preimplantatoria, depende del aporte de factores moleculares que son aportados por la madre durante su pasaje por la trompa de Falopio. La gemelación por escisión se debe a factores externos que le retrasaron el contacto con el endometrio materno. El mantenimiento del embrión en un medio pobre en calcio, puede originar una debilidad en los enlaces intercelulares y en el momento de la implantación la desaparición de la polarización axial, por lo que las células podrían organizarse en dos ejes diferentes de crecimiento. La unión del trofoectodermo del polo embrionario al endometrio, se produce a través de integrinas específicas dependientes del ión calcio y requiere total sincronía y coordinación con un período determinado de tiempo, en que la implantación puede darse.
La gemelación homocigota puede ocurrir por lo tanto en dos circunstancias: cuando en una sola fecundación se forman dos cigotos (en la situación de hipocalcemia materna) o bien, por una escisión del macizo celular interno del embrión, al formarse dos polos de implantación. Esta circunstancia es más frecuente en la práctica de la fertilización in vitro con transferencia embrionaria, por la situación precaria del embrión y la falta de sincronización materna.
De acuerdo a la información aportada por la ciencia, no hay dudas en considerar que desde la concepción, se origina un ser dotado del patrimonio genético de la especie humana, en principio unicelular; los casos de gemelaridad en la fecundación natural corresponden a la formación simultánea de dos cigotos.
Este tema tiene implicancias en el planteamiento de los debates bioéticos, ya que hay quienes dicen que por el carácter totipotencial del embrión temprano y la posibilidad de la gemelación, éste no constituye una realidad biológica individual hasta el día catorce. Esta argumentación dio lugar en 1978 a la redacción del Informe Warnock, que permitió la desprotección jurídica de la vida humana naciente en los países con mayor desarrollo biotecnológico. Desconocen quienes adoptan dicha posición, que el cigoto tiene una organización específica, una finalidad propia y que “está ya constituida la identidad biológica de un nuevo individuo humano.” (Dv Cap. I.1) [6]
En síntesis, el cigoto es un organismo unicelular que expresa de forma autónoma sus potencialidades de desarrollo, a través de un proceso orientado en el tiempo continuo, gradual y coordinado. ”El conjunto de estas tendencias constituye la base para interpretar el cigoto ya como un «organismo» primordial (organismo monocelular) que expresa coherentemente sus potencialidades de desarrollo a través de una continua integración primero entre los diversos componentes internos y luego entre las células a las que da lugar progresivamente. La integración es tanto morfológica como bioquímica.” [7]
3.2 Análisis antropológico-filosófico
Para establecer el status moral del embrión y poder formular luego el juicio ético, éste debe basarse en criterios intrínsecos a la realidad del embrión mismo.
Teniendo presente el conocimiento aportado por la ciencia, se puede establecer que estamos en presencia de un ser que pertenece a la especie humana, es una realidad individual y posee en sí una teleología de desarrollo en cuanto a persona.
Desde el aporte antropológico se considera a ésta, como una unidad sustancial (cuerpo y alma) de naturaleza racional. Desde esta perspectiva, la unión del alma espiritual con el cuerpo ocurre en el momento de la constitución del mismo, es decir en el instante de la propia concepción. No existen fundamentos que permitan establecer que el alma informa e individualiza al cuerpo en un período posterior, ya que el concepto de vida implica justamente la ausencia de disociación del cuerpo y el alma. Desde el aporte filosófico consideramos el alma - en referencia al ser - como el “acto primero”. Podemos pensar entonces, que en la realidad biológica inicial, en el origen mismo del ser humano ya se encuentra el alma espiritual, ese acto primero del ser que lo individualiza por toda su existencia como persona.
En la instrucción Donum vitae presentada en 1987, se formula la pregunta: “¿cómo un individuo humano podría no ser persona humana?” (Dv I.1) [8] Y se deja claramente establecido el respeto por la vida del embrión humano desde el momento de la concepción; habla de una “presencia personal”, pero estableciendo que la afirmación de ser persona es de índole filosófica.
Posteriormente, en el año 2006 la Pontificia Academia para la Vida, estableció que basándose en los datos aportados por los estudios biológicos no existe ninguna razón para establecer que el embrión humano no es persona. “Con todo, precisamente a partir de los datos biológicos de los que se dispone, consideramos que no existe ninguna razón significativa que lleve a negar que el embrión es persona ya en esta fase.” [9]
Si bien la Instrucción Donum vitae no definió que el embrión humano es persona, sí estableció claramente la importancia de la relación del vínculo ontológico y la dignidad humana. Veinte años después en la Instrucción Dignitas personae se establece que “la realidad del ser humano, a través de toda su vida, antes y después del nacimiento, no permite que se le atribuya ni un cambio de naturaleza ni una gradación de valor moral, pues muestra una plena cualificación antropológica y ética.” (Dp 5) [10]
Hemos visto cómo el embrión humano es una realidad individual, un ser humano que tiene en sí desde el inicio de la vida una teleología de desarrollo en cuanto persona humana. Luego, basándonos en criterios intrínsecos a su mismísima realidad, desde el aporte del dato antropológico y del dato filosófico, hemos podido establecer que es persona. Para ello, nos hemos basado en el concepto de indisolubilidad de la unión sustancial del cuerpo y el alma que se inicia en el momento mismo del comienzo del don de la vida y perdura hasta la muerte.
Nos queda por último preguntarle a la ciencia teológica: ¿desde cuándo se inicia la vida de la persona humana? El inicio está dado por el amor del Padre, en el preciso instante en que desde el amor de Dios esa persona es creada.
¿Desde cuándo podemos considerar al embrión humano persona? Desde el momento en que desde el amor de Dios esa persona es creada. En Dios el amor es creación y el hombre está llamado a ser su intérprete fiel.
3.3 Consecuencias éticas para la praxis operativa
El análisis realizado anteriormente se basa en el concepto de persona de tipo sustancial, pero, independientemente de la consideración que se adopte, el sólo hecho de estar en presencia de un ser que constituye una realidad individual y que forma parte de la especie humana, implica el respeto a su integridad y a su vida.
Se puede hablar de diferentes estadios o fases del desarrollo humano pero no existen fases en la realidad ontológica. Ésta permanece inalterable por siempre, y no se puede por lo tanto, establecer una graduación basada en criterios extrínsecos a la realidad misma del embrión, del valor de su dignidad. La vida del embrión humano siempre es un bien porque es la vida de una persona y es por ello que es inviolable.
“El amor de Dios no hace diferencia entre el recién concebido, aún en el seno de su madre, y el niño o el joven o el hombre maduro o el anciano. No hace diferencia porque en cada uno de ellos ve la huella de su imagen y semejanza (cf. Gn 1,26).” [11]
4. Contexto cultural actual: “Umbrales de humanidad”
La situación cultural actual atraviesa una profunda crisis de valores observándose que la referencia para la toma de decisiones deja de ser la verdad objetivamente fundada y pasa a estar determinada por la opinión subjetiva y muchas veces cambiante de algunos.
El anhelo por alcanzar la verdad se desvirtúa y el objetivo se convierte en la satisfacción de las aspiraciones individuales.
El concepto mismo de libertad pero como libertad relacionada a la responsabilidad y referida a la vida se pierde, y prevalece en forma exclusiva la autonomía. Es entonces que la libertad disociada de su esencia, o sea su hermandad con la verdad, se torna en mera satisfacción de los deseos personales.
Al perderse el vínculo constitutivo de la libertad con la verdad, el hombre se transforma en un ser destructivo del otro y de sí mismo; reniega de su esencia, de ser mejor persona y de su vocación a la trascendencia, desconociendo que no es la opinión subjetiva lo que determina el accionar ético sino su orientación a la verdad. El hombre actúa libremente cuando su acción está referida a la verdad y es ésta la que lo moviliza, lo saca de la indiferencia y lo compromete con su mismísima interioridad, ser libre es justamente respetar la propia esencia, es orientar la acción exclusivamente a la verdad.
Pero, ¿cuál es la verdad en el tema de la vida? La verdad es descubrir a través de una “mirada contemplativa” la acción de Dios, su presencia en la obra creada y especialmente ver en el hombre a un ser creado a su imagen y semejanza, sin saltos cualitativos de ningún tipo. Sin grados de cualificación antropológica ni cronológica. Sin saltos en la valoración ontológica, sin ningún tipo de gradación ni de discriminación, sin umbrales de humanidad.
¿Cuál es el límite de la condición humana que nos permite apoderarnos de la vida del otro, instrumentalizarlo y someterlo a condiciones de nuevas formas de esclavitud para nuestro beneficio? ¿Quién puede determinar y en virtud de qué concepto, cuál es el umbral de la humanidad? [12]
5. Manipulación embrional
5.1 Técnicas de reproducción humana artificial
Las técnicas de reproducción humana artificial han dado origen a la instrumentalización y tecnificación en el inicio de una nueva vida. Lejos de solucionar el problema de la esterilidad para lo cual en principio fueron creadas, registran una muy baja tasa de éxito.
Lamentablemente este dato estadístico está relacionado con una importantísima pérdida de embriones humanos, siendo las mayores dificultades técnicas las relacionadas con el proceso de anidación y de desarrollo ulterior.
Se ha visto últimamente, sobre todo en la sociedad occidental, un aumento en los índices de esterilidad humana; situación que debiera obligar a la ciencia a buscar una solución a través de la identificación de las causas. Sin embargo, esta finalidad original se ha ido modificando paulatinamente y ante los casos de esterilidad -cada vez más frecuentes- se recurre sin un análisis clínico exhaustivo a las técnicas de reproducción artificial.
Por otro lado, se va instalando progresivamente en la sociedad una mentalidad utilitarista donde las técnicas de reproducción artificial representan la oportunidad de ejercer un control eficiente sobre la maternidad, cada vez mas postergada en el tiempo, y sobre la calidad biológica del hijo concebido.
Se perdió de vista que no se trata de tener un hijo a cualquier costo, sino que se trata de amar tanto al hijo deseado que, aun antes de su concepción, se tiene en cuenta su dignidad de persona y se respetan todos sus derechos. Esto implica el respeto de su individualidad, integridad, identidad, constitución biológica original, capacidades y discapacidades.
Cuando en la práctica de la ciencia médica se evalúa la implementación de un procedimiento, se debe considerar que tales técnicas “deben ser valoradas moralmente por su relación con la dignidad de la persona humana, llamada a corresponder a la vocación divina al don del amor y al don de la vida.” (Dp 12) [13]
Al hablar de técnicas de procreación artificial se puede analizar las implicancias bioéticas referidas a la dignidad del embrión humano, a la unidad del matrimonio y finalmente a los valores de la sexualidad humana.
La dignidad del embrión en cuanto persona es ignorada durante todo el procedimiento ya que desde el mismo momento de la concepción no se respeta su individualidad, identidad, integridad, ni su vida. Identidad como derecho de referencia familiar, tener padre y madre, ser concebido y formar parte de un núcleo familiar. La integridad está referida al respeto de la corporeidad original y al derecho a una concepción biológica natural sin ningún tipo de manipulación
La sexualidad humana que tiene una estructura de tipo diferenciada y complementaria se constituye como capacidad de apertura del ser a la conyugalidad. La unión implica la totalidad del ser, en cuerpo, corazón y espíritu. Es en esta unión que los esposos se constituyen recíprocamente en don total de sí, que incluye toda su subjetividad, en forma armónica y estable. La procreación es la expresión de un amor verdadero, objetivo y totalmente verdadero entre el hombre y la mujer, acto que por sí mismo está abierto a dar origen a la vida de una persona. Es una forma de unión totalizadora porque implica la totalidad de las dos personas, en su dimensión física, afectiva y espiritual. Es un acto de amor desde la verdad del ser, entre un hombre y una mujer, que recíprocamente se constituyen en forma total en donación de sí mismos, sin que exista escisión de ninguno, “es un acto inseparablemente corporal y espiritual.” (Dv II.4) [14]
La dignidad de los esposos se respeta a través de la valoración del significado unitivo y procreativo del amor conyugal, donde la esponsalidad es concebida como don y reciprocidad y la concepción del hijo como resultado del don de sí dentro del matrimonio. “El amor esponsal es auto-donación y auto-realización porque la pertenencia recíproca de las personas no puede obtenerse mediante un cálculo equilibrado de egoísmos sino sólo por una libre elección de mutua donación” [15]
Cuando se utiliza la donación de gametos ajenos a la pareja en la modalidad heteróloga se agrava la ofensa a la unidad esponsal, y por lo tanto también al juicio ético al intervenir terceras personas. Éstos en realidad son los verdaderos padres biológicos, lo que implica una nueva violación a la dignidad del embrión, o sea, el derecho del concebido a tener por origen de su estructura biológica a los encargados de su cuidado y educación en forma estable. “La procreación humana es un acto personal de la pareja hombre-mujer, que no admite ningún tipo de delegación sustitutiva.” (Dp 16) [16]
Por último, la sexualidad humana debe estar referida a la totalidad de la persona que tiene como fin en primer lugar la producción del yo, luego la reproducción de la especie, necesitando del otro para expresarse totalmente. Esta relacionalidad entendida como equilibrio en la diferencia es la base del reconocimiento recíproco, ausente en estas técnicas.
De acuerdo a lo expuesto las técnicas de fecundación artificial homóloga y las técnicas de fecundación artificial heteróloga no respetan la dignidad de la persona del embrión, de los esposos en la unidad y reciprocidad del matrimonio, ni de la persona humana en la manifestación subjetiva de la sexualidad. “Son en cambio admisibles las técnicas que se configuran como una ayuda al acto conyugal y a su fecundidad.” (Dp 12) [17]
En síntesis, en estas técnicas que reportan una altísima tasa de mortalidad de embriones, los mismos son considerados simplemente un cúmulo de células que puede ser utilizado en función de los intereses y deseos subjetivos de otras personas. Son procedimientos donde la dignidad humana del concebido es avasallada y la vida naciente destruida, siendo por lo tanto desproporcionados desde el punto de vista médico y con respecto a la persona del embrión humano moralmente ilícitos.
5.2 Crioconservación
Como consecuencia de las técnicas de fecundación artificial, de los experimentos de clonación y otros, surge la necesidad de almacenamiento de los embriones humanos sobrantes. Se crean así, los bancos de embriones que permitirán en un futuro disponer de los mismos para gestaciones posteriores o alternativas, obtención de tejidos celulares con determinado patrimonio genético, o bien ser utilizados con fines exclusivamente experimentales.
Esta situación los expone a sufrir graves daños a su integridad física, a correr riesgos de vida, y a una situación de desamparo por cuanto no sólo se los priva de la calidez y ternura de la acogida materna, sino que además, se los expone a la posibilidad de nuevas situaciones de manipulación y destrucción.
Constituye un gran dilema ético la decisión sobre los numerosísimos embriones que se encuentran actualmente en situación de crioconservación: ¿qué hacer con ellos? No existe una solución que permita responder en forma adecuada a esta nueva y deshumanizante forma de esclavitud. Es una nueva forma de soledad, porque no es que solamente sufren la carencia total de los seres amados sino que además se los priva de la inserción en el tiempo, en el espacio y en su propia realidad histórica.
Estamos en presencia de vidas humanas en situación de extrema vulnerabilidad y ninguna de las diferentes posibilidades de acción permite reparar la situación de injusticia subyacente. Es inadmisible la utilización de los embriones con un fin terapéutico o de investigación, o descongelarlos y sin su reactivación derivarlos directamente para la experimentación. Otra posibilidad como puede ser destinarlos para terapias de esterilidad implicaría llevar el problema a la misma ilicitud ética que constituye la maternidad subrogada. Hay quienes plantean el concepto de la adopción prenatal, pero esta situación no escapa conceptualmente de lo anteriormente expresado. Por lo tanto, salvo que se pueda realizar la implantación en la propia madre biológica, esta situación que en sí es irreversible, no permite una solución que sea realmente justa para los embriones. Se trata de “una situación de injusticia que es de hecho irreparable.” (Dp 19) [18]
En cuanto a la obtención de óvulos humanos con el fin de ser utilizados para técnicas de fecundación artificial heteróloga, desde el punto de vista ético es una técnica que produce una instrumentalización extrema de la mujer, que queda reducida a sus funciones biológicas (obtención de óvulos), afectándose así su dignidad humana al adoptarse hacia ella una actitud reduccionista y que además la expone a riesgos para su salud. Es por ello, que la crioconservación de óvulos en orden al proceso de procreación artificial es éticamente ilícita.
Como aconteció con el propio embrión, esta vez es la mujer la que se convierte en un medio para concretar intereses de terceros. Por último, no podemos dejar de notar que las células germinales guardan en sí información genética de la madre biológica, que también fue preseleccionada. “En un lugar donde las cosas se resuelven así, se produce una relativización de la vida que introduce en los subterráneos de la sociedad un frívolo desprecio por la dignidad humana. Esto finalmente se traduce en una incapacidad para reconocer al otro, que alimenta un oscuro dinamismo de degradación social. Mejor levantemos la mirada.” [19]
5.3 Reducción embrionaria
En ciertas técnicas de procreación artificial se produce una transferencia al seno materno de un número mayor de embriones dando lugar a un porcentaje elevado de embarazos múltiples. Para evitar tal situación se ha ideado la llamada reducción embrionaria que consiste en la supresión quirúrgica directa de los embriones supernumerarios. En la Instrucción Dignitas personae figura quese trata de un aborto intencional selectivo con la correspondiente carga moral que esto implica.
Es llamativo cómo cuando se parte de una acción que éticamente es ilícita, en este caso la manipulación inicial de la vida, no hay límites para seguir la cascada de ilicitud: a la fertilización artificial le sigue la ilicitud de la preselección, a la ilicitud de la preselección le sigue la ilicitud del aborto premeditado.
Se desconoce en todos estos procedimientos, posibles por el desarrollo biotecnológico actual, la realidad de la naturaleza humana. En ellos es necesario deshumanizar al embrión y transformarlo solamente en material de laboratorio, para realizar sobre él cualquier tipo de acción. Luego, lo mismo ocurre con la mujer, que es instrumentalizada sin límites éticos.
Es necesario orientar el esfuerzo para que esta medicina sea nuevamente humana y eso significa transitar la verdad; reconocer la dignidad inherente presente en todas las personas, que incluye la persona del embrión humano. “La dignidad de la persona es una perfección constitutiva e intrínseca, es decir, depende de la existencia y características de su ser, no de la posesión o capacidad de ejercicio de esas u otras cualidades.” [20]
5.4 Diagnóstico preimplantatorio
Este tipo de práctica, se realiza en las técnicas de procreación artificial y tiene por objeto el diagnóstico genético de los embriones obtenidos por fecundación in vitro, con el fin de realizar la selección de los mismos. Tal selección se da con el fin de evitar la implantación de embriones con defectos o bien simplemente realizar una selección eugenésica.
En este proceder existe una discriminación total frente al embrión humano, olvidando que la enfermedad y el sufrimiento son parte constitutiva de nuestra naturaleza. “Tratando al embrión humano como simple material de laboratorio, se produce también una alteración y una discriminación en lo que se refiere al concepto mismo de dignidad humana.” (Dp 22) [21]
Este tipo de mentalidad reduccionista y destructiva del otro, tiende a sistematizarse y se traduce en una sociedad altamente discriminatoria. “Urge pues, el compromiso en defender la vida, en tiempos en que está siendo vulnerada bajo apariencia de legalidad. Compromiso que tiene que ser serio, con competencia profesional y científica, con espíritu de diálogo, con vocación de comunión, con la fuerza de la Verdad” [22]
5.5 Clonación humana
“Por clonación humana se entiende la reproducción asexual y agámica de la totalidad del organismo humano, con objeto de producir una o varias copias substancialmente idénticas desde el punto de vista genético, al único progenitor.” (Dp 28) [23]
La clonación tiene dos objetivos: reproductivo y terapéutico. El primer objetivo busca llegar al nacimiento de un ser humano clonado, mientras que el segundo busca la obtención de tejidos del embrión con fines experimentales y terapéuticos.
La clonación humana con fines reproductivos técnicamente no es posible en la actualidad, pero existen líneas de investigación en ese sentido. Se podría a través de la clonación reproductiva ejercer un dominio biológico total sobre la persona clonada, seleccionar personas según determinados criterios como es la preselección del sexo, características físicas, habilidades e inclusive, hasta llegar a controlar la evolución humana.
El punto de partida del análisis ético de la clonación humana es el estatuto antropológico y moral del embrión, del cual derivan los principios éticos que guiarán la praxis operativa en las acciones médicas y de investigación sobre la vida en la fase inicial. La licitud o no de tales técnicas, deben tener como marco referencial la dignidad ontológica del embrión humano.
El objetivo de la fecundación es la creación del cigoto, nueva realidad individual, unicelular y totipotente. El resultado de la clonación es análogo al de la fecundación y no hay fundamentos para afirmar que no se produce también un cigoto. Por lo tanto existe analogía -en función de la obtención de un cigoto- entre la fecundación y la clonación. Esto implicaría que no hay ningún argumento racional para no reconocer iguales derechos a los embriones obtenidos ya sea por clonación o por fecundación artificial o natural. Desde el punto de vista biológico todos presentan un desarrollo caracterizado por la autonomía, la teleología, la continuidad, la coordinación y la gradualidad.
No existen fundamentos para establecer diferencias entre unos y otros desde el punto de vista moral. Nos preguntamos por ejemplo: si el embrión humano clonado no fuese humano, ¿qué cosa sería?, ¿a qué especie pertenecería?, ¿es posible que no sea humano con un genoma que sí lo es?
Sería altamente contradictorio reconocer la presencia de un ser dotado de un organismo propio con un genoma humano y que no pertenezca a la especie humana. En función de lo anteriormente expuesto, se le debe reconocer al embrión resultado de las técnicas de clonación, su condición humana respetando su dignidad inherente, fundada en su ser, en sí y por sí mismo. Desde este punto de vista se debe respetar su integridad y su vida a pesar de ser la clonación humana, una técnica contraria a la dignidad de la persona del embrión.
La valoración moral de la clonación humana depende de su finalidad objetiva y no deriva de la intencionalidad subjetiva con que se realiza. Son técnicas donde personas humanas son creadas con el fin de ser manipuladas y finalmente destruidas; la sola duda sobre la naturaleza humana del resultado de aplicación de las mismas, implicaría el deber moral de no implementarlas.
La utilización de las técnicas de clonación con el objetivo de crear embriones con fin reproductivo o terapéutico, no sólo es contraria a la dignidad de la vida humana sino que además se opone al valor moral de la unión intrínseca entre vida, sexualidad y procreación.
Las técnicas de clonación humana son siempre reproductivas y a pesar de que en la actualidad no se han podido llevar a cabo con éxito, no es tan lejano a la realidad pensar que en el futuro técnicamente lleguen a ser posibles. Por lo tanto, el cuestionamiento ético no sólo está dirigido a la dignidad de la vida humana, la instrumentalización y destrucción embrional, sino también al modo de procreación humana sexual, diferenciada y complementaria, que en sí misma tiene un valor moral.
Además, el ser humano es un ser social, donde la sexualidad y la procreación se dan dentro de la realidad del amor esponsal abierto al don de la vida y que se continúa en la educación y cuidado cotidiano de los hijos. En la clonación desaparece la idea de familia, el embrión aparece no sólo al margen de la sexualidad, sino también al margen de una genealogía. Toda persona tiene derecho a nacer del amor integral de un padre y una madre, a ser recibido como don por ellos, a ser cuidado y educado dentro de una familia. En la clonación el concepto de filiación, de paternidad y de maternidad es amenazado al existir una manipulación total del concebido desde el inicio, es más, hasta la misma idea de familia está en igual situación de riesgo. Como hemos visto y en función de lo expuesto, la clonación de embriones humanos se opone no sólo a la dignidad de los mismos sino a la dignidad de la familia. “Tal circunstancia da lugar a abusos y a manipulaciones gravemente lesivas de la dignidad humana.” (Dp 48) [24]
La clonación humana se incluye en el proyecto de eugenismo que permitiría realizar una selección de los seres humanos y ejercer una nueva forma de poder del hombre sobre el hombre, ya que algunos podrían tener un dominio total sobre la existencia de los demás, hasta el nivel de programar en forma arbitraria y utilitaria su identidad genética. Y si bien, la corporeidad no agota la identidad personal del hombre por ser una unidad sustancial, sí es una parte constitutiva. Este concepto, el del poder total del hombre sobre el hombre, hasta el extremo radical de determinar la constitución genética, podría llegar a modificar la evolución natural biológica del hombre y establecer la base de un nuevo condicionamiento social no necesariamente justo y humano. El hombre pasaría a estar sometido, “a una forma de esclavitud biológica de la que difícilmente podría liberarse.” (Dp 48) [25]
Es la identidad del hombre lo que se encuentra como base del cuestionamiento a las técnicas de clonación, siendo la única visión que permite su aplicación la que fragmenta a la persona y la restringe a ser solamente un cuerpo. En el mismo momento, en que desde la visión de amor de Dios el hombre es creado, se establece la identidad de su yo, yo que perdurará en su alma inmortal, mucho más allá de la realidad biológica de la fase temporal. Este yo absolutamente original, individual y singular, está presente en la persona cualquiera sea la fase de desarrollo biológico.
“La particular relación que existe entre Dios y el hombre desde el primer momento de su existencia es la causa de la originalidad de cada persona humana. “(Dp 29) [26] Esta originalidad dada al hombre como don en el inicio mismo de la vida es un bien y un derecho a proteger.
La clonación “terapéutica” busca la creación de un clon embrional del paciente con el fin de permitir la extracción de células madre embrionarias. Éstas tendrían exactamente la misma constitución genética del paciente y por lo tanto no le producirían al ser trasplantadas problemas de rechazo inmunológico.
El procedimiento consiste en la transferencia del núcleo de una célula de la persona en cuestión a un ovocito humano enucleado, permitiendo el desarrollo del embrión hasta el estadio de blastocisto, fase en la cual se extraen las células del macizo celular interno con el fin de obtener células madre. A esta clonación se la denomina incorrectamente como terapéutica, porque las células madre así obtenidas serían utilizadas para el tratamiento de diferentes patologías.
Desde el punto de vista ético la clonación “terapéutica” es ilícita porque implica la producción de embriones humanos en forma totalmente separada del acto conyugal y la subsiguiente destrucción de los mismos para obtener sus células madre. Es aún peor que la clonación con fin reproductivo, “porque reduce la existencia de un ser humano, incluso en estado embrionario, a la categoría de instrumento que se usa y se destruye.” (Dp 30) [27]
A modo de conclusión diremos que mas allá de poderosos intereses económicos, existe atrás de la clonación humana una cuestión ideológica, que pretende separar al hombre de las cuestiones fundamentales de su propia humanidad; de todo lo que lo hace realmente persona, para que así olvide su origen como don de Dios y que su verdadera vocación es la trascendencia. De modo tal, que pueda ser útil a otro tipo de orden para el cual fue biológicamente perfeccionado.
Todas estas técnicas, lejos de colaborar con el desarrollo integral de la persona, la alejan de la realización de su ser y terminan menoscabando el bien común.
“La persona es un bien excelso, singular. Está basado en un don, pero incompleto. El plenificarse está ligado al actuar libre y responsable. La verdadera libertad responsable es la que ayuda a asumir y completar la propia vocación de Ser Humano.” [28]
5.6 Problemas éticos referidos a la investigación con células madre
El análisis ético debe ser realizado en función de la consideración de los métodos de recolección de las muestras de células madre y también del riesgo de su utilización con fines terapéuticos en seres humanos Teniendo en cuenta estas dos cuestiones trataremos de responder los siguientes dilemas bioéticos:
1) ¿Es moralmente lícito producir y/o utilizar embriones humanos vivos para la preparación de células madre embrionarias? La respuesta es que es un procedimiento moralmente ilícito porque desde el punto de vista biológico se trata desde el mismo momento de la concepción de un ser humano, de identidad establecida y perfectamente definida que comienza un proceso de desarrollo coordinado, continuo y gradual. Por lo tanto, le corresponden los mismos derechos que a todas las personas, entre ellos el derecho fundamental de respeto a su vida. Entonces, la extracción de las células del macizo celular interno que ocasiona la destrucción y muerte del embrión humano tiene la misma gravedad e ilicitud que el hecho de ocasionar de forma deliberada la muerte a cualquier persona.
La Congregación para la Doctrina de la Fe en la Instrucción Dignitas personae se refiere, por un lado, a la igualdad de la dignidad del embrión humano y la de todas las personas y, por el otro, a la actitud de una ciencia que hoy se encuentra privada de sabiduría. El hecho de plantear que esta investigación médica será juzgada en el futuro por la destrucción de millares de embriones humanos no deja de ser un mensaje de esperanza en la humanidad ya que nos permite pensar que ésta tendría la capacidad de volver sobre sus errores y revertir este presente de soledad y falta de amor hacia la vida naciente. “La historia ha condenado en el pasado y condenará en el futuro esa ciencia, no sólo porque está privada de la luz de Dios, sino también porque está privada de humanidad.” (Dp 32) [29]
Las células madre embrionarias no pueden ser utilizadas con fines terapéuticos porque se ha probado a nivel experimental en animales de investigación que causan desarrollo tumoral y además pueden causar rechazo inmunológico. Por lo tanto, es ilícita no sólo su obtención sino además su utilización terapéutica en seres humanos.
2) ¿Es moralmente lícito realizar la llamada clonación terapéutica a través de la producción de embriones humanos clonados y su sucesiva destrucción para la producción de células madre embrionarias? Nuevamente la respuesta es negativa por varias causas: en primer lugar es ilícita porque la técnica de reproducción artificial utilizada es agámica y separada del amor conyugal; es ilícita porque se introduce una manipulación del genoma; es ilícita porque existe una preselección eugenésica; es ilícita porque existe destrucción y muerte embrional. En cuanto a la utilización con un fin terapéutico de células madre embrionarias producto de la clonación, ésta es ilícita no sólo por su origen sino también por presentar el mismo nivel de crecimiento tumorigénico que las anteriores.
3) ¿Es moralmente lícito utilizar las células madre embrionarias y las células diferenciadas de ellas obtenidas, proporcionadas eventualmente por otros investigadores o disponibles en el mercado? La respuesta es que es moralmente ilícita su utilización porque existe una cooperación entre los productores o proveedores y los investigadores que las utilizan.
4) ¿Es moralmente lícito utilizar células madre adultas para investigación biomédica? ¿Es moralmente lícito utilizar células madre adultas con un fin terapéutico? La utilización con un fin de investigación de células madre adultas es lícita ya que no reviste riesgo significativo para la salud del donante y en cuanto al tema de la implementación de medidas terapéuticas éstas deben realizarse en función de cumplimentar las fases de investigación médica establecidas por los protocolos internacionales. “Se han iniciado distintas líneas de investigación que abren nuevos y prometedores horizontes.” (Dp 31) [30]
En la instrucción Dignitas personae se prioriza la necesidad de la seriedad no sólo durante el proceso de la investigación, sino también, en la comunicación de los resultados y facilitar “la confrontación mutua de los científicos y proporcionando información completa al público en general.” (Dp 32) [31]
5) ¿Es moralmente lícito utilizar células pluripotentes inducidas para investigación biomédica? ¿Es moralmente ética su utilización con un fin terapéutico? La utilización de estas células no reviste en principio ilicitud, ya que su obtención, a través de una reprogramación genética de células adultas, no ocasiona un daño significativo a la salud del donante y con respecto a la utilización en la práctica médica le corresponde la misma consigna que el punto anterior.
6) ¿Desde el punto de vista de la valoración moral es lícito continuar con la investigación de células madre embrionarias a la luz de los conocimientos actuales? La respuesta es negativa, siempre fue ilícita tal investigación, pero en la actualidad desde el punto de vista biológico, se conoce perfectamente la posibilidad de la reprogramación genómica que permite una pluripotencialidad celular y hasta brinda la posibilidad de una diferenciación específica, sin utilizar células de origen embrionario. Al cambiar el eje de la investigación de la plasticidad celular y establecerse la posibilidad de obtener logros con incidencia terapéutica por otra vía que no utiliza seres humanos en la fase inicial del desarrollo, nos preguntamos: ¿con qué fin se siguen utilizando para investigación?
Si el fin no es la utilización con fines terapéuticos ya que vimos que las células madre embrionarias son en sí una mala opción, nos preguntamos qué otra intención puede justificar una disputa de tal nivel, y francamente más allá de poderosos intereses económicos, no existe mucha variedad en la respuesta: todos los procedimientos a los que nos hemos referido se orientan a la búsqueda de una preselección biológica. Siempre el objetivo es el mejor embrión, el más sano, el más apto o aquel que sea útil por determinadas características a un fin preestablecido. El fin permanentemente es de los otros y el embrión humano es el medio.
6. El embrión humano: Un fin en sí mismo
Al analizar los hechos ocurridos en la historia reciente, se observa cómo progresivamente se ha ido instalando una situación cultural caracterizada por la desvalorización de la vida humana, sobre todo, la que se encuentra en condiciones de particular vulnerabilidad como lo es en la fase inicial del desarrollo. Nuevos procedimientos médicos se suman a la permisividad frente al aborto y surgen permanentemente otras formas de amenazas que llevan a una procreación separada del amor esponsal, la preselección genética, la crioconservación, la persistencia en los intentos de clonación humana, y finalmente la mortandad de millones de embriones humanos.
Desde el punto de vista moral esta destrucción deliberada y sistematizada, que no tiene diferencia ética con respecto al aborto, constituye lo que el Papa Juan Pablo II denominó “estructura de pecado”. Basta a modo de ejemplo, que según la ONU en la década de los años noventa se habrían realizado entre cuarenta y cincuenta millones de abortos voluntarios por año, hecho que representa una cifra de mortalidad mayor a la ocurrida durante la segunda guerra mundial.
Esta “estructura de muerte” se basa en una concepción antropológica reduccionista, de tipo dualista, donde se escinde y se fragmenta a la persona que queda reducida a ser en forma exclusiva un cuerpo, solamente un objeto. Y este cuerpo-objeto puede ser tomado, instrumentalizado y, si se desea y es útil para un determinado fin, destruido.
Es así como la persona, que es creada desde un explícito acto creador de Dios, siempre fin en sí misma, se convierte por acción y deseo de una parte de la sociedad en un medio. Se instala paulatinamente una pérdida en la conciencia colectiva del carácter de delito de estas ofensas a la vida humana y la libertad desnaturalizada de su esencia e identidad de origen, se aleja de la verdad.
Esta elección de una autonomía llevada al límite de ser absoluta y desvirtuada de todo vínculo con la verdad y sentido de solidaridad, se orienta a un materialismo y utilitarismo que desconoce toda referencia a aquello que es naturalmente humano.
¿Qué sociedad puede ser aquella que se olvida de los valores propios de la humanidad y solamente prioriza la autonomía individual?
Dentro de este marco de pérdida de referencia a valores comunes para la sociedad como son el respeto por la integridad de las personas y la vida humana, los más vulnerables, serán necesariamente las primeras, pero no las únicas víctimas. Será sólo cuestión de tiempo, que esta elección equivocada en el sentido del desamor, afecte a la sociedad en su conjunto.
Para la Iglesia Católica, la defensa de la vida humana es un problema de identidad e invita a todos, sin excepción, a comprometerse en este sentido. Para ello es necesario un cambio de paradigma cultural que implique la primacía de la persona y retornar como comunidad a la valoración del ser en cuanto ser. Esto permitirá que en función de la persona y no de las cosas, se fundamenten tanto las decisiones personales como las de la sociedad.
La persona es un fin en sí misma, nunca un medio. Ser fin en sí mismo es inherente a la persona y por lo tanto a su dignidad de origen y de fin. Pero podemos preguntarnos: ¿Qué significa ser fin en sí mismo?
Ser fin en sí mismo significa ser un ser al que se le ha dado como fin participar de la esencia divina. Ser fin en sí mismo es inherente al ser y no reviste relación alguna con ninguna circunstancia externa al ser, ni con elementos temporales de la condición física como lo puede ser la fase del desarrollo. Se es fin en sí mismo desde la concepción hasta la muerte natural y aún más allá del tiempo.
Hemos visto cómo la persona humana es fin en sí mismo y cómo en ninguna fase del desarrollo puede constituirse en un objeto de uso instrumental, por lo tanto, el embrión humano, persona desde la misma concepción, es fin en sí mismo y sólo desde su mismísima realidad ontológica debe ser considerado. La mirada de la humanidad frente a este ser debe ser la que promueve el respeto a su dignidad, cuida su integridad y tutela el valor fundamental del don de la vida.
¿Qué otra actitud que no sea el respeto puede suscitar en la conciencia del otro, un ser cuya realidad humana natural se caracteriza por poseer una inteligencia que busca la verdad y una voluntad que ama el bien? Un embrión humano de pocas células es en cuanto persona un fin en sí mismo, y no un medio que puede ser utilizado en función de expectativas de otros, ni siquiera las de los propios padres.
Ser fin en sí mismo implica ser un ser cuya vocación es la trascendencia, y la libertad su herramienta, pero una libertad cualificada en el sentido del bien. [32]
7. Proporcionalidad terapéutica e inicio de vida
“La apertura a la vida está en el centro del verdadero desarrollo.” (Cv 2.28) [33] La base de una verdadera democracia es el reconocimiento de la igualdad en dignidad de todas las personas y por lo tanto la posibilidad de acceder a los cuidados médicos correspondientes.
“Sólo volviendo la atención a la persona del paciente, en su verdad objetiva e integral, (que incluye también su subjetividad), se podrá encontrar la respuesta moralmente más adecuada a sus necesidades reales, ya sea estando sano, ya sea experimentando la dificultad de la enfermedad o la vecindad de la muerte.” [34]
Como toda persona, el embrión humano puede ser eventualmente paciente y requerir asistencia integral. En 1987 en la Instrucción Donum vitae ya se analiza la licitud o no de los procedimientos diagnósticos, estableciéndose la necesidad de su orientación e intencionalidad en la búsqueda del bien integral del embrión. Se presenta también en el mismo artículo, la importantísima figura del consentimiento informado dado por los padres y se comienza a plantear el concepto de la proporcionalidad terapéutica. Se pregunta posteriormente: “¿Son lícitas las intervenciones terapéuticas sobre el embrión humano? (Dv l.3) [35]
En los embriones humanos, como en todo paciente, son lícitos desde el punto de vista moral los procedimientos médicos con fines terapéuticos o diagnósticos con intención terapéutica, que impliquen técnicas médicas proporcionadas y que sean valorados por los padres dentro del criterio de la ordinariedad. Es más, estos procedimientos no son solamente lícitos, sino que además, tienen la premisa de la obligatoriedad porque se trata de brindar asistencia médica a personas enfermas y en situación de particular fragilidad.
“La responsabilidad de los profesionales de la salud, no puede estar al margen de una valoración que reconozca el don de la vida que el hombre ha recibido de Dios y lo debe tutelar. Es necesaria una auténtica educación en la sociedad, que forme el corazón, la inteligencia y la conciencia moral de sus miembros, para socorrer las necesidades de los más débiles y sufrientes. La fe es la que nos ayuda a ver el amor que no excluye y la presencia de un Padre que acompaña y consuela a aquellas víctimas de la injusticia, transformadas en sacramento de Cristo.” [36]
8. Valoración moral de la investigación sobre embriones humanos
La investigación sobre el embrión humano por ser persona, tiene la misma valoración moral que la investigación sobre cualquier persona. Por lo tanto, la vida e integridad del embrión son inviolables porque se trata de salvaguardar la vida de una persona y son ilícitos aquellos procedimientos que la pongan en riesgo.
El consentimiento de los padres sólo puede ser dado en aquellos casos en que no se dispone de la vida ni se pone en riesgo la integridad biológica del embrión, ya que nadie, ni siquiera los propios progenitores, puede disponer del don de la vida ni de la salud de una persona.
Además por tratarse de la vida de una persona en situación de mayor vulnerabilidad, que no tiene ninguna posibilidad de expresar su voluntad, se requiere por parte de la sociedad una firme acción de protección. El don de la vida no sólo es un bien en primer lugar para la persona misma y para su familia, sino que en segundo lugar es un bien social que reviste carácter fundacional.
“La investigación médica debe renunciar a intervenir sobre embriones vivos, a no ser que exista la certeza moral de que no causará daño alguno a su vida o a su integridad ni a la de su madre…” (Dv I.4) [37]
Es importante efectuar la diferencia entre el concepto de investigación y el de experimentación ya que habitualmente y de forma errónea, se usan de manera equivalente. Por investigación se entiende cualquier procedimiento inductivo-deductivo encaminado a verificar una hipótesis formulada a partir de observaciones previas. Por experimentación se entiende cualquier investigación en la que el ser humano es el objeto sobre el cual o mediante el cual, se busca verificar el efecto de un determinado tratamiento.
La experimentación que no tiene un fin terapéutico es ilícita porque utiliza al embrión como objeto instrumental y ningún fin aunque sea intencionalmente bueno, como puede ser el obtener un progreso científico, puede justificar su utilización. Son procedimientos desproporcionados y por lo tanto ilícitos.
“El progreso sólo puede ser progreso real si sirve a la persona humana y si la persona humana crece; no sólo debe crecer su poder técnico, sino también su capacidad moral” [38]
Para finalizar, diremos que la ciencia puede crecer en humanidad, en la medida que entendamos que es un bien social destinado a servir al hombre, pero no de cualquier forma, sino en función del desarrollo integral de la persona y respetando su dignidad. El fin del hombre dedicado a la investigación médica es buscar libremente, a través del ejercicio profesional responsable la verdad objetiva y orientar todas sus acciones de forma tal, que coincidan con su vocación a la trascendencia. Sólo encontrándose a sí mismo, logrará impregnar y enriquecer el conocimiento biológico-técnico elevándolo por encima del utilitarismo y la rentabilidad, para que este nuevo saber pueda realmente servir a la persona en su totalidad y por lo tanto a la humanidad.
9. Conclusiones
“La vida humana es sagrada e inviolable en todas sus fases y situaciones. Es un bien indivisible.”(EV 87) [39] Esta realidad sagrada, participación de la esencia misma de Dios, ha sido confiada al hombre para su custodia.
Sin embargo, la situación cultural actual atraviesa una profunda crisis, observándose que la referencia para la toma de decisiones deja de ser la verdad objetivamente fundada y pasa a estar determinada por la opinión subjetiva, individualista y muchas veces cambiante de algunos.Se ha perdido la referencia a valores comunes, cayéndose en un relativismo total donde la vida humana pierde su sentido último.
En forma progresiva, la mirada del amor y de la solidaridad se fue alejando de las acciones del hombre, y éstas, se tornaron cada vez más reduccionistas y destructivas del otro.
Inicio de la vida terrena, período de máxima vulnerabilidad para la persona humana y, por otra parte, de mayor exigencia en la responsabilidad de los cuidados médicos. Desde el momento mismo de la concepción, la Medicina debe orientarse a buscar el bien integral de la persona que le ha sido confiada y utilizar el principio de la Proporcionalidad Terapéutica en aquellos casos que, por razones de salud, sea necesaria la implementación de estrategias asistenciales.
Hemos tratado a través de este trabajo de analizar diferentes cuestiones referidas a los cuidados médicos en la etapa inicial de la vida humana:
¿Es lícita la acción del hombre en el inicio de la vida humana? Sólo es lícita la acción médica que tenga por objetivo un fin terapéutico realizado con medios técnicos proporcionados y considerados desde la subjetividad de los padres como ordinarios y siempre buscando el bien integral del paciente, que en este caso es el embrión humano.
¿Qué significa desde la medicina la búsqueda del bien integral del embrión humano? Buscar el bien integral del embrión humano es, como en toda persona, respetar su dignidad humana. Esto implica el respeto por el bien fundamental y primario de la vida, la integridad física, la identidad biológica y cultural, ser resultado de una concepción producto de la unión y del amor esponsal, ser concebido naturalmente dentro de una familia, ser asistido con amor y de forma médica adecuada en el caso de encontrarse enfermo, tener un hogar verdadero y alejado del sufrimiento de la pobreza.
¿Cómo se aplica el principio de proporcionalidad terapéutica en el inicio de la vida? Como en toda persona que requiera cuidados médicos, deben utilizarse medios que sean técnicamente adecuados a la realidad clínica de la persona.
¿Cuál es el análisis desde la Bioética Personalista de las distintas formas de manipulación de la vida humana durante la fase embrionaria? La persona tiene una dignidad de origen y de fin que le es dada por su vínculo ontológico con el Creador. El ser humano en la fase inicial del desarrollo es persona y por lo tanto es ilícita cualquier forma de instrumentalización que lo tome para un beneficio propio y lo reduzca a un medio. El embrión humano como toda persona es un fin en sí mismo, nunca un medio.
¿Qué hay detrás de la investigación en células madre de origen embrionario? Hemos visto cómo en la actualidad los progresos de la ciencia nos permiten prescindir de forma absoluta del uso de células madre embrionarias, debiéndose plantear seriamente, en el caso de persistir obstinadamente en esa línea de investigación biotecnológica, si no existe en realidad detrás de ello otro fin como puede ser la preselección de un determinado tipo de ser humano; configurándose así, una nueva y desconocida estructuración social caracterizada por el dominio absoluto del hombre sobre el hombre. Será una sociedad muy distinta, donde los valores de justicia, libertad e igualdad en dignidad serán reemplazados por los de la primacía del poder y la rentabilidad, será en última instancia una sociedad donde el hombre será hecho a medida para cumplir las expectativas e intereses de otros: un hombre objeto de uso instrumental. Un hombre eficiente y que en lo posible haya olvidado su vocación a la trascendencia.
Una parte de la ciencia médica ha olvidado que es un bien social cuyo destino es el servicio integral a la persona, pero a la persona en su totalidad.
Pensamos, sin embargo, que el problema no es en el fondo de la ciencia en sí, sino que es mucho más profundo, ya que el que se encuentra afectado es el Hombre. Es éste quien se ha ido apartando a través de sus elecciones de su mismísima interioridad, hasta el límite de poner en situación de riesgo todo lo que es propio de la humanidad, incluso la vida misma.
La desvalorización de la vida naciente en sus diferentes manifestaciones es una amenaza concreta a la humanidad y nos preguntamos: ¿Qué pasaría si como sociedad pudiéramos encontrarnos a nosotros mismos, interrogarnos en profundidad y animarnos a cambiar la perspectiva?
Como humanidad aún no hemos dado una respuesta. Cambiar este paradigma cultural implica cultivar la empatía, ponernos en el lugar del otro y el otro, en este caso, es el concebido, el embrión humano. Y desde allí, en esta nueva posición, con el corazón, poder escuchar las palabras del silencio. [40]
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36. Bolton, Raquel. Llamados a defender la vida. Revista Signo-Área Sector de Acción Católica Argentina. Edición 55 (Agosto 2012), pág. 12.
37. Congregación para la Doctrina de la Fe, Instrucción Donum vitæ. Sobre el respeto de la vida humana naciente y la dignidad de la procreación (22 de Febrero 1987). I, 4.
38. Benedicto XVI. Discurso del Santo Padre Benedicto XVI a los participantes de un congreso organizado por la Academia Pontificia para la Vida (16 de Septiembre de 2006).
39. Juan Pablo II, Carta Encíclica Evangelium vitæ sobre el valor y el carácter inviolable de la vida humana (25 de marzo de 1995): Cap. IV: 87, pág. 158. Edición San Pablo (1995)
40. Passo, Elena. El Embrión Humano: un fin en sí mismo. Análisis de la manipulación embrional desde la bioética personalista ontológicamente fundada.Edit.Dunken. 2010.Conclusiones, pág. 115.
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Passo, Elena, El EMBRIÓN HUMANO: UN FIN EN SÍ MISMO, en García, José Juan (director): Enciclopedia de Bioética.