ACOMPAÑAMIENTO PASTORAL POST ABORTO
INDICE
1. RESUMEN
2. EL CONTEXTO DEL VALOR “VIDA HUMANA”
3. VÍCTIMAS DEL ABORTO PROVOCADO
4. ACOMPAÑANDO LA FRAGILIDAD Y EL DOLOR
5. CONCLUSIÓN
6. REFERENCIAS
1. RESUMEN
El texto reflexiona sobre la pérdida del valor de la vida humana en la cultura actual, especialmente ante el aborto, y llama a la Iglesia a responder con misericordia, compasión y ternura hacia las mujeres que han abortado, considerándolas también víctimas. Resalta que muchas de ellas sufren consecuencias emocionales y psicológicas a mediano y largo plazo, como depresión, culpa o trastornos postraumáticos, y por eso necesitan ser acompañadas pastoralmente con comprensión, sin juicio ni rechazo. Se propone una pastoral activa que escuche, consuele y ayude a sanar, ofreciendo caminos de redención y sentido, como el duelo, el perdón, la fe y el servicio a otros, para transformar el sufrimiento en esperanza y reconstrucción personal.
PALABRAS CLAVE
Vida – Aborto – Misericordia – Acompañamiento – Dolor – Sanación
2. EL CONTEXTO DEL VALOR “VIDA HUMANA”
En el Principio era la Vida, podríamos decir parafraseando el prólogo del evangelio de Juan. A lo largo de la historia, en formas y circunstancias diferentes la vida de los hombres siempre ha estado celebrada y defendida, pero también oscurecida por las amenazas. Pensemos, en las guerras –pasadas y presentes-, en los homicidios, en el aborto, en la tortura y en la explotación de personas. No obstante, mientras en el pasado estos atentados casi siempre eran percibidos como delitos, en la actualidad cada vez más tienden a ser tolerados y aceptados e incluso reconocidos como derechos de la persona. Como sabemos, por sorprendente que pueda parecer, algunos de estos atentados se verifican en el campo de la bio-medicina, como en los casos del aborto voluntario, la experimentación destructiva de embriones y la eutanasia. Se trata de nuevas formas de amenaza a la dignidad del ser humano. Delinean así una nueva situación cultural, marcados por el individualismo y aún narcisismo.
Ya hace más de treinta años, la encíclica Evangelium vitae señalaba con preocupación el oscurecimiento del valor de la vida humana como una de las características de la situación cultural contemporánea[1]. Y qué decir del magistral capítulo primero de la encíclica Fratelli Tutti de nuestro querido papa Francisco. Una situación paradójica, pues mientras por una parte se asiste a una creciente sensibilidad respecto a la vida humana, como lo demuestran algunos signos positivos como la creciente sensibilidad contra la guerra y contra la pena de muerte, la mayor atención a la calidad de vida, a los problemas de la ecología, el cambio climático y el loable empeño por llevar atención médica a los lugares más pobres[2]; por otro lado subsisten enormes contradicciones en el seno de una misma sociedad. Un claro ejemplo de ello es el pedido de legalización en diversos países de América Latina, de llevar a cabo prácticas como el aborto voluntario. Lo contrario sería falta de tolerancia y fuerte discriminación hacia la mujer pobre. Hay dificultad para ver que una violencia no puede arreglarse con otra…
La raíz de esta mirada deficitaria se encuentra en una crisis antropológica que tiene como manifestaciones más explícitas un concepto defectuoso de la libertad, la búsqueda del placer inmediato y la debilidad de los vínculos, que explica, al menos en parte, por qué el valor de la vida humana sufre hoy una especie de “eclipse”[3]. El otro, el vulnerable, la mujer pobre desprotegida, en ese marco, no despiertan el sentimiento y compromiso por su bien, y no siempre nos despiertan del letargo. Como expresaba Francisco: “Nadie debería decir que se mantiene lejos de los pobres porque sus opciones de vida implican prestar más atención a otros asuntos. Ésta es una excusa frecuente en ámbitos académicos, empresariales o profesionales, e incluso eclesiales… Nadie puede sentirse exceptuado de la preocupación por los pobres y por la justicia social”[4].
3. VÍCTIMAS DEL ABORTO PROVOCADO
No me voy a detener aquí a exponer las diferentes cuestiones éticas y morales que están relacionadas con el aborto. Me basta recordar que la Evangelium vitae, siguiendo al Magisterio precedente, confirma con gran solemnidad, incluso invocando que la declaración que hace ahí el Papa está en comunión con todos los obispos de la Iglesia Católica, que “el aborto directo, es decir, querido como fin o como medio, es siempre un desorden moral grave, en cuanto eliminación deliberada de un ser humano inocente”[5].
Así pues la primera víctima del aborto es, desde luego, el ser humano inocente al que se le impide continuar su desarrollo hasta ver la luz. Pero como todos ustedes saben bien, lo es también la mujer que elige libremente o bajo presión eliminar la vida de su hijo, tanto por el grave pecado que comete, como por los efectos sobre su propia salud emocional, psicológica y social.
También son víctimas aquellas personas que colaboran en la realización del aborto, que de acuerdo con el modo de su colaboración (formal o material) cometen igualmente una grave falta contra la vida humana y su autor, Dios Padre. Finalmente es víctima la entera sociedad que se deshumaniza al lesionar el primero de los derechos del bien común que debería tutelar, el derecho a la vida. La cultura del descarte nos deja sin futuro y pone sombras al mañana.
Pero quisiera detenerme aquí a reflexionar junto a Ustedes, lo que como Iglesia, “hospital de campaña”, madre que guía que acoge a todos, está llamada a hacer por su vocación misma, por la mujer que ha caído en este mal paso de su vida.
4. ACOMPAÑANDO LA FRAGILIDAD Y EL DOLOR
Somos el Pueblo “de” la Vida y “para” la Vida. Defender y custodiar las “Dos Vidas” no es tarea exclusiva de nadie, sino más responsabilidad de todos. Se trata de anunciar con autenticidad el Evangelio de la Vida, parte integrante del Evangelio mismo de Jesús. Y anunciarlo “hasta los extremos confines de la tierra” (Hch. 18).
Juan Pablo II afirmaba que así como un siglo atrás la clase obrera era oprimida en sus derechos fundamentales, y la Iglesia, con mucha fuerza tomó la causa de su defensa, proclamando los derechos de la persona del trabajador, así también ahora cuando otra categoría de personas son oprimidas en el derecho fundamental a la vida, la Iglesia siente que puede ser la voz de los que no tienen voz. “Su grito -escribe el Papa- es siempre el grito evangélico en defensa de los pobres del mundo, de cuantos son amenazados, despreciados y oprimidos en sus derechos humanos. Hoy, ser pisoteado en el derecho fundamental a la vida de una multitud de seres humanos débiles e indefensos, como ocurre en particular con los niños todavía no nacidos”[6]. A distancia de más de veinte años tendríamos que reconocer que esta llamada no ha obtenido un efecto en el mundo capaz de impulsar un cambio renovador constatable en la sociedad y en la acción de la Iglesia. No podemos decir que ahora las cosas han cambiado. Tanto Benedicto XVI, como el Papa Francisco, frecuentemente han insistido en la defensa de quienes “son descartados por esta sociedad”, por usar una expresión muy gráfica del Papa actual. No han faltado tampoco documentos y pronunciamientos oficiales de los episcopados locales[7].
Ciertamente el espacio de expresión pública se ha mantenido vivo en muchos Países gracias a los movimientos pro-vida que, gracias a Dios, han mejorado sus relaciones con los responsables de la Iglesia, Obispos y clero en general. Sin embargo quizá sea necesario que tales movimientos conserven su fisonomía secular, no confesional, justamente para subrayar el carácter secular del valor de la vida humana y de las reivindicaciones de los derechos de la familia. Pero ante el avance de la secularización y a la luz del documento que estamos comentando, me parece que es urgente que la Iglesia no delegue sus tareas específicas de evangelización, formación de las conciencias y de servicio a la vida en cuanto es un deber propio de la comunidad cristiana. El deber pastoral no puede ser sustituido por las legítimas y necesarias organizaciones de carácter público y civil.
No obstante debemos reconocer que la pastoral no ha estado ausente ni ha sido totalmente silenciosa ante los graves problemas en el ámbito de la vida. Pero tanto por la profundidad y complejidad de las implicaciones culturales, como por la necesidad de la coherente formación de las personas a través del encuentro dinámico entre la fe y la razón, así como por la continuidad del trabajo educativo de las conciencias y de las familias, parece urgente que se desarrolle más orgánicamente al interior de la vida de la comunidad eclesial una pastoral de la vida más adecuada e incisiva, con programas a mediano y largo plazo.
Una de las áreas de la pastoral de la vida en su dimensión de servicio que requieren una atención especial, es justamente el del acompañamiento post aborto. Como se sabe hoy en día son ya muy numerosas, miles y miles de mujeres y las familias que han estado involucradas en uno o más abortos. Y como decíamos antes, las mujeres son también víctimas inmediatas de él. Me parece que la pastoral de la misericordia y de la atención a las periferias existenciales y geográficas que el Papa Francisco acentúa, encuentran en este acompañamiento un campo de acción especial. Cada una de las mujeres que han caído en este horrible desatino – no pocas veces abandonadas a su propia suerte y con necesidades vitales y emocionales no cubiertas- deberían estar acompañadas de una pastoral de brazos abiertos para acogerlas con delicadeza y ternura. Las miles de mujeres que libre o bajo presión han abortado son una de esas periferias existenciales a las que debemos atender con urgencia. Sin olvidar que esta presencia caritativa es de por sí una poderosa acción de anuncio que nos da credibilidad, dado que no se trata de proclamas en abstracto de afirmaciones doctrinales que alguien podría contestar como ideológicas, sino de atención y cuidado por las personas concretas que se encuentran en dificultad y hasta caen en redes mafiosas que las explotan[8].
Desde luego nuestra mayor energía eclesial debe estar puesta en la formación y contención, que es la forma de prevenir esta emergencia humanitaria. Y como el Papa Francisco ha subrayado, nuestra Iglesia asume el rostro de un inmenso hospital de campaña donde se han de curar a los heridos. Y quienes procuran el aborto son, sin duda, gente herida y en ocasiones muy herida y explotada, que requieren nuestra atención amorosa.
En los últimos años muchas de las polémicas en torno al aborto, han estado focalizadas en sus efectos sobre la salud mental de las mujeres. Existe una divergencia de opiniones entre los médicos y los psicólogos acerca de la frecuencia y de la gravedad de los efectos psicológicos derivados del aborto voluntario. En la literatura científica[9] existen posiciones contradictorias en cuanto a si el aborto se asocia o no a una mayor incidencia de trastornos psiquiátricos. Según algunos estudios, el aborto se puede asociar a un mayor riesgo para algunas mujeres de padecer trastornos mentales. Por ello sería necesario una evaluación exhaustiva psicopatológica y un seguimiento de la salud mental de estas mujeres, ya que varias investigaciones no tienen suficientemente en cuenta la valoración objetiva y científica de cuanto las mujeres verdaderamente viven a mediano y largo plazo, sino que se basan en valoraciones de corte subjetivo y frecuentemente con una preconcepción que las sesga. Además la objetividad de estos estudios se complica porque la mayoría de las veces no hay un seguimiento de las “pacientes” después del aborto.
Ahora bien, aunque sean tareas pendientes la evaluación exhaustiva y el seguimiento objetivo de la salud mental de las mujeres que abortan, en los estudios publicados son más numerosos los que asocian el aborto voluntario con un deterioro de la salud mental.
Parece suficientemente probado que tras un aborto las mujeres presentan un estado de vulnerabilidad psicológica, y que hay que ayudar a la mujer que ha abortado a expresar sus sentimientos de responsabilidad, así como tener en cuenta la necesidad de acompañar la elaboración del duelo para prevenir alteraciones en la salud mental.
En el acompañamiento hay que tener en cuenta las diferencias entre el aborto espontáneo y el aborto inducido. Mientras en el primer caso las mujeres presentan mayor ansiedad y estrés inmediatamente después de haberse producido el aborto; en el caso de las mujeres que se practican un aborto inducido y que presentan síntomas depresivos (pena, evitación, culpa) y elevada ansiedad, lo suelen hacer en un período que va de los dos a los cinco años después de haberse producido el hecho. Esto nos permite afirmar que el aborto inducido puede dar lugar a trastornos mentales muchos años después de haberse producido y que se asocia a enfermedades mentales que en apariencia no guardan relación con él.
Por otra parte, se debería tener en cuenta que la incidencia de estos trastornos está relacionada también con las predisposiciones de la mujer. El tipo de personalidad, los estilos de vida, el modo de afrontar las crisis, la resiliencia, las circunstancias sociofamiliares, el apoyo con el que cuenta la mujer, la existencia de traumas previos o su sistema de creencias religiosas y morales[10].
El Síndrome post aborto (SPA) es un término que se ha utilizado para describir las consecuencias emocionales y psicológicas del aborto. Cada vez que se tiene una experiencia traumática, sin la oportunidad de procesar adecuadamente la experiencia emocional, se podría esperar una reacción negativa. En el caso que nos ocupa, no es infrecuente que la mujer no desee comentar nunca más el hecho y que intente sepultar el tema con el silencio.
Algunos autores piensan que el SPA es una variante del trastorno por estrés postraumático e identifican de modo general entre las patologías más frecuentes las siguientes[11]:
* Depresión (tristeza, desinterés, culpa, llanto, ansiedad)
* Duelo no elaborado (hiperactividad, irritabilidad, aparición de síntomas depresivos en cualquier momento vital)
* Alteraciones conductuales (promiscuidad, abuso de sustancias, dificultades en relaciones interpersonales, conductas impulsivas)
* Reactivación de trastornos psiquiátricos preexistentes (reagudización de síntomas impulsivos en Trastorno límite de la personalidad)
* Intentos de suicidio
* Pesadillas y obsesión con el aborto
* Trastorno por estrés postraumático (recuerdos, imágenes, pensamientos de carácter impulsivo)
* Síntomas de evitación (evitación de estímulos y embotamiento asociado, esfuerzo por evitar sentimientos, pensamientos y conversaciones acerca del aborto, evitación de lugares o personas que se relacionan con el hecho, desapego y alejamiento de los demás)
* Síntomas de activación (irritabilidad, ira, alteraciones del sueño, alteraciones de concentración).
Como se ha dicho, las mujeres que han abortado muchas veces no quieren hablar de este hecho y cuando finalmente lo hacen, necesitan ser acogidas y ser escuchadas con paciencia. Todos ustedes saben bien cuánto sea necesaria una formación específica para ello. De ahí que sea necesario que nos esforcemos en la formación de los sacerdotes y agentes pastorales, ya que frecuentemente son ellos con quienes se abren, y si no hay una escucha activa y acompañamiento, podemos no sólo herir, sino alejarlas por completo y dejarlas sumidas en su sufrimiento.
No vale aquí tampoco el derivarlas a otra persona. Pues sabemos bien cuánto trabajo comporta para ellas hablar de este hecho, por lo que una vez que han encontrado el coraje para hacerlo, debemos necesariamente acompañarlas desde la actitud de la misericordia, no de la condena.
Todo agente pastoral involucrado en la actividad pro-vida, ha de aprender a tratar a las personas heridas “con las lágrimas”, es decir con compasión (participación total en el drama del otro); con consolación (ayudando a no sentirse solos); con misericordia (participación visceral, el corazón inclinado a la miseria del otro).
Esta compasión, consolación y misericordia crea comunión y transforma; abre caminos de futuro y recrea la presencia de la ternura. “¿Qué es la ternura? Es el amor que se hace cercano y concreto. Es un movimiento que procede del corazón y llega a los ojos, a los oídos, a las manos… La ternura es el camino que han recorrido los hombres y las mujeres más valientes y fuertes. En medio de la actividad política, ´los más pequeños, los más débiles, los más pobres, deben enternecernos: tienen derecho de llenarnos el alma y el corazón. Sí, ellos son nuestros hermanos y como tales tenemos que amarlos y tratarlos”[12].
Con el aborto procurado el dolor marca su presencia. Este dolor es una ausencia, en este caso la ausencia del hijo; de la maternidad que se ha rechazado; del propio cuerpo que se ha convertido en el lugar de un delito; de la relación afectiva y sexual a la que se cierra, etc. Para elaborar el duelo hay que ayudar a vivir esta ausencia radical del hijo de modo positivo: ¿Dónde está mi hijo? La fe en la eternidad, junto al amor de Dios Padre puede servir de ayuda.
El dolor por momentos, lo invade todo, hay que ayudar pues a aislarlo, ayudar a descubrir los atenuantes para liberar del exceso de responsabilización. Muchas veces quien ha abortado no tiene toda la responsabilidad. Lo más difícil es ayudar a dar un sentido positivo a la elección negativa que se ha llevado a cabo y aquí hay varias cosas que hacer: proponer la adopción a distancia; tomar la responsabilidad de cuidar de alguien (sustitución); trabajar en la ayuda y consejería de mujeres en riesgo de abortar (compensación), etc. El apostolado del acto de piedad de sepultar a los niños no nacidos abortados ayuda a las mujeres a encontrar un punto de referencia en dónde orar, dónde elaborar el duelo y sanar las heridas y al mismo tiempo se convierte en un poderoso acto profético, que se rebela a la reducción del embrión y del feto a mero material biológico que se desecha.
Hay que añadir que aunque el aborto con medios químicos resulta más ligero que el aborto en el hospital, dependiendo de la mujer deja también una secuela. Hay jóvenes más profundas, más superficiales, que están en carrera laboral o que tienen objetivos de familia, etc. Todo ello determina el tipo de reacción ante el aborto; en cualquier caso nuestra actitud ha de ser siempre la de acoger y acompañar, abrir a la misericordia y al perdón, ayudar a transfigurar, crear ternura. Como en la parábola del buen Samaritano: fue capaz de cargar con amor en sus espaldas, y sin preguntar el nombre y de donde venía, el dolor del otro (Cfr. Lc. 10, 25-37).
5. CONCLUSIÓN
El aborto, más allá de ser una cuestión bioética o legal, es una profunda herida humana y espiritual que afecta no solo al no nacido, sino también a la mujer, su entorno y la sociedad en general. En este contexto, la Iglesia está llamada a ser un auténtico "hospital de campaña", ofreciendo un acompañamiento pastoral que no juzga, sino que abraza con misericordia, consuela con ternura y guía con esperanza. Reconociendo el dolor, la fragilidad y el sufrimiento que muchas mujeres enfrentan tras un aborto, se hace urgente desarrollar una pastoral más cercana, humana y compasiva, capaz de transformar el sufrimiento en camino de redención y sanación. Solo desde una actitud de escucha activa, formación pastoral adecuada y verdadera compasión, la Iglesia podrá responder con autenticidad al llamado evangélico de ser instrumento de vida, perdón y reconciliación para todos los que han sido heridos por esta experiencia.
6. REFERENCIAS
Juan Pablo II. (1995). Evangelium Vitae [Encíclica]. Vaticano: Libreria Editrice Vaticana.
Francisco. (2020). Fratelli Tutti [Encíclica]. Vaticano: Libreria Editrice Vaticana.
Francisco. (2013–presente). Discursos y homilías del Papa Francisco sobre la misericordia, la cultura del descarte y la Iglesia como hospital de campaña. Recuperado de https://www.vatican.va (o el portal oficial que se haya consultado)
Biblia. (s.f.). Evangelio según San Juan, capítulo 1; Hechos de los Apóstoles 1,8; Evangelio según San Lucas 10,25–37. (Citas bíblicas utilizadas como fundamento teológico).
American Psychological Association. (2020). Publication manual of the American Psychological Association (7ª ed.). Washington, DC: Author. (Se sugiere como base para el uso del término “Síndrome post aborto”, aunque no se cita explícitamente en el texto.)
¿Cómo citar esta voz?
Sugerimos el siguiente modo de citar, que contiene los datos editoriales necesarios para la atribución de la obra a sus autores y su consulta, tal y como se encontraba en la red en el momento en que fue consultada:
José Juan García Acompañamiento Pastoral Post Aborto, en García, José Juan (director): Enciclopedia de Bioética.
[1] Cfr. Juan Pablo II, Evangelium Vitae, n. 4.
[2] Cfr. Juan Pablo II, Evangelium Vitae, nros 26-27.
[3] Cfr. EV, n. 11.
[4] FRANCISCO, Evangelii gaudium, n° 201.
[5] EV, n. 62
[6] EV n. 5
[7] Cfr. Congregación para la Doctrina de la Fe, El aborto provocado. Textos de la Declaración y documentos de diversos episcopados, ed. Palabra, Madrid, 1997.
[8] “La soledad, los miedos y las inseguridades de tantas personas que se sienten abandonadas por el sistema, hace que se vaya creando un terreno fértil para las mafias. Porque ellas se afirman presentándose como ´protectoras´ de los olvidados, muchas veces a través de diversas ayudas, mientras persiguen sus intereses criminales. Hay una pedagogía típicamente mafiosa que, con una falsa mística comunitaria, crea lazos de dependencia y subordinación de los que es muy difícil liberarse”. FRANCISCO, Fratelli Tutti, n°28.
[9] Cfr. Reports of the APA Task Force on Mental Helth and Abortion, 2008; BOWLBY, J., Attachment and Loss, vol. 3: Sadness and Depression, Basic Books, New York 1980; Trad. Española: Vínculos afectivos; formación, desarrollo y pérdida, Ed. Morata 1980; ENGEL, G., Is Grief a Disease? “Psychosomatic Medicine (1981) 23, pp 18-22; SOCIEDAD ESPAÑOLA DE PSIQUIATRÍA, Estudio Epidemiológico Nacional 2001-2002 sobre Consumo de Alcohol y Conductas relacionadas. También pueden verse los siguientes estudios: Asthon y Cols. (1980); Speckhard y cols. (1992); Major y cols. (1999); Turton y cols. (2001); Reardon (2003); Broen y cols. (2005); Broen y Cols. (2008); Charles y cols. (2008); Mayer y cols. (2005); Appley y cols. (2005); Adler y cols. (2009); Coleman y cols. (2009); Lundell y cols. (2013).
[10] Cfr. DIAZ, M., Aborto y riesgo para la salud mental, en ARSUAGA, I., y cols. Aborto cero, Barcelona 2014.
[11] Cfr. Ibid.
[12] FRANCISCO, Fratelli Tutti, n° 194.